Por Ana Rosa Valdez
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Mario Campaña (Guayaquil, Ecuador, 1959) dejó Ecuador en 1992. Desde entonces ha vivido en España, Francia, Estados Unidos, México, Uruguay y Gran Bretaña. Además de una importante obra literaria, en la que destacan títulos como Pájaro de nunca volver (poesía, 2017), Aires de Ellicott City (poesia, 2006), En el próximo mundo (poesía, 2011), Avants ils arrivaient en train/Antes bajaban en tren (relatos, 2012) y Bajo la línea de flotación (novela, 2015), ha desarrollado una obra ensayística en el terreno de la investigación literaria y la filosofía política, en los que debemos mencionar libros como Baudelaire. Juego sin triunfos (ensayo, 2006), América Latina. Los próximos doscientos años (ed.) (ensayo, 2010), Necesidad de América (ensayo, 2011) y Linaje de malditos. De Sade a Leopoldo María Panero (ensayo, 2014).
Su más reciente ensayo, Una sociedad de señores. Dominación moral y democracia (2017), concluía una investigación sobre las democracias iniciada con América latina. Los próximos doscientos años y Necesidad de América. Ha firmado además cinco importantes antologías de poesía hispanoamericana contemporánea y traducido al poeta francés Stéphane Mallarmé.
La Universidad de Salamanca, Stony Brook University y CUNY Graduate Center, de New York, han dedicado sendos eventos a su obra. Mario Campaña ha participado como invitado en congresos y mesas redondas internacionales y ha dictado conferencias en universidades de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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Hace algunas semanas, de acuerdo con un artículo de Diario El Expreso, el Arq. Melvin Hoyos, Director de Cultura y Promoción Cívica de Guayaquil, presentó un informe sobre sus 25 años de gestión. Refirió, además, que “Guayaquil tiene una gran oferta cultural” y “entidades que también debían ayudar a desarrollar la cultura han florecido y el que se beneficia es el pueblo”. También mencionó que ha recibido ofertas de donación de colecciones, como la de abanicos de la Sra. Rosa Amelia Alvarado. ¿Cómo valora usted estas declaraciones? ¿Cuál es su opinión sobre las infraestructuras y programas culturales que esta entidad pública desarrolla en la urbe?
Cuando leí esas declaraciones me pregunté si eran una manifestación de cinismo o un insultante desafío al sector cultural de la ciudad, dado que es obvio que la Dirección de Cultura del municipio no tiene ninguna oferta cultural para los ciudadanos. Al final he llegado a la conclusión de que se trata simplemente de otra demostración de la idea de cultura que tiene el gobierno conservador de Guayaquil, manifestada durante los 25 años que lleva en el poder. Este municipio tiene una Dirección de Cultura porque no han podido evitarlo: su existencia está prevista en la ley; si fuera por ellos, no lo tendrían. Yo sospecho que a ellos lo que les interesa, aparte del negocio, son las regatas, el surf, los caballos, los abanicos, la rueda moscovita, los desfiles de la moda femenina colonial, ese tipo de cosas… Tienen la cultura creativa, por una parte, como algo prescindible por inútil, y por otra, como una cosa peligrosa, más bien de subversivos. De modo que la función que tiene que cumplir y cumple muy bien Melvin Hoyos como director de cultura del municipio es simplemente la de tapón, neutralizador, muro de contención de la energía cultural de la ciudad. Eso explica el estado de postración y abandono que sufre la cultura en Guayaquil en lo que respecta a la acción municipal, a infraestructuras y programas.
Porque, ¿cuáles son las infraestructuras y programas municipales de cultura? Contestaré con unas cuantas preguntas que estimo sumamente elementales.
1. José Joaquín de Olmedo, guayaquileño, considerado por consenso internacional el mayor poeta de toda Hispanoamérica del siglo XIX, ¿tiene una casa museo en su ciudad natal? No.
En Ambato está la Casa Montalvo; en Quito la Casa Carrión, pero Olmedo, por haber tenido la mala suerte de nacer en Guayaquil, no tiene una casa, un centro, que cuide su obra y su memoria.
2. Los ingentes manuscritos inéditos del mismo Olmedo, valiosísimos documentos, ¿están acaso bajo custodia de algún centro u oficina municipal? No.
¿Hay un programa para editarlos? No.
3. Del llamado “Grupo de Guayaquil”, que floreció en los años 30’, uno de los más celebrados y estudiados movimientos literarios del siglo XX de América latina, ¿tenemos algo en Guayaquil? ¿Tenemos los manuscritos? ¿Al menos las primeras ediciones? ¿Algún reconocimiento público? ¿Tenemos los originales de Los que se van, hito fundacional de la literatura de este país, publicado en Guayaquil en 1930? No.
Abel Romeo Castillo ya tiene un monumento, pero los grandes escritores del 30, no. José de la Cuadra, no; Joaquín Gallegos Lara, no…
4. José de Antepara, guayaquileño, prócer de la independencia, íntimo colaborador del gran Francisco de Miranda, publicó en Londres un libro esencial para la emancipación americana titulado South American Emancipation: Documents, Historical and Explanatory, Shewing the Designs Which Have Been in Progress, and the Exertions Made by General Miranda the Last Twenty-Five Years, ¿tenemos quizá en Guayaquil los originales? ¿Tenemos al menos una copia de la primera edición? ¿Tenemos alguna otra edición? ¿Defendemos su memoria, que está tratando de ser minusvalorada por ciertos historiadores venezolanos, por razones posiblemente chauvinistas? No.
5. ¿Tiene la ciudad una auténtica sala municipal de conciertos, por su confort y calidad acústica? No.
6. ¿Tiene el municipio instituido premios anuales para estimular las artes y las ciencias, para reconocer lo más destacado del quehacer cultural de la ciudad, como tiene Quito, por ejemplo, que cada diciembre entrega nada menos que diecisiete premios dirimidos por jurados competentes a novelistas, cineastas, dramaturgos, periodistas, poetas, novelistas, científicos sociales y matemáticos, entre otros? No.
7. ¿Ha hecho algo el municipio y la dirección de cultura por el cine en Guayaquil, por el surgimiento de cineastas, guionistas, actores y actrices, etc., ha creado o ayudado a crear alguna escuela para el impulso del llamado séptima arte? No.
8. ¿Hace algo el municipio por las humanidades? ¿Conferencias magistrales de pensadores, politólogos, grandes arquitectos, pedagogos, científicos? ¿Algo semejante? No.
La lista de preguntas sería demasiado larga y las respuestas serían siempre las mismas: No.
Para más inri, el alcalde y el director de cultura se atribuyen función de árbitros en una materia que ignoran: el desnudo en relación con el Salón de Julio. Y es que, en general, con la cultura se comportan como los señores coloniales, que eran autoritarios, prepotentes, crueles, semianalfabetos y pretendían decidir sobre todo en la hacienda. El alcalde y el director de cultura, actuando como jueces, deciden qué se acepta y qué no al Salón. Ellos no hubieran aceptado al David, de Miguel Ángel, porque es una figura masculina íntegramente desnuda.
Todo esto con relación a la llamada alta cultura, pero lo cultural va mucho más allá de lo que se llamaba antes las bellas artes y llega hasta los valores. En Guayaquil campea el racismo, el machismo, la violencia doméstica, contra las mujeres y los niños… . Aquí se llama cholos a los pobres como en Cuenca la gente con pretensiones llama mitayos, a quien ellos consideran descendientes de los esclavos que dejaban su vida en las mitas.
Esos rasgos de nuestra cultura deberían preocuparnos. ¿Qué ha hecho la dirección de cultura? Nada.
En Ecuador, Guayaquil no cuenta en lo que a cultura se refiere. Todos sabemos lo que ocurre. Todos. Pero nadie hace nada. Ante esto, me viene a la mente la acusación que Cicerón lanzó contra Catilina en el senado romano: “Senatus haec intellegit, consul videt; hic tamen vivit”: “El senado sabe esto, el cónsul lo ve, y éste sigue vivo”. Efectivamente, el senado (la ciudad, la élite social y económica, los actores culturales) lo sabe; el cónsul (el alcalde) lo ve, y éste (Melvin Hoyos) sigue vivo, sigue allí, en la dirección de cultura, y hasta se permite desafiar a la ciudad con declaraciones como la que hiciera al Expreso, y otras del mismo tipo, alguna aparecida, creo, en El Telégrafo: Nada ni en la alta cultura ni en la cultura como elemento de convivencia… Parece que a ‘Este’ solo le interesa bloquear la fuerza de la cultura de la ciudad.
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2) Entiendo que cada vez que viene a Guayaquil, visita el Museo y la Biblioteca Municipal. ¿Qué impresión han dejado en usted estos espacios culturales?
Perdón por la franqueza: la así llamada Biblioteca Municipal es una afrenta para la ciudad. Con eso le dejo claro mi impresión. Las salas están desoladas; no hay escritorios sino ¡ventanillas! -y ¡en medio de rejas de hierro!- para pedir libros. Da la impresión no de un centro de lectura y conservación de libros sino de un reformatorio. Los libros no están expuestos a la vista y consulta de los visitantes. En mis visitas, siempre matutinas, nunca he visto un lector. No hay catálogos que se puedan examinar. La misma página web de la biblioteca provoca vergüenza: no se puede consultar allí nada, aparte de fotitos ridículas y unas “cartillas” en que se informa de personajes tan relevantes como Batman y Mickey Mouse, hágase una idea…: No se puede saber cuáles son los fondos que acunan, ni los servicios que ofrece, ni nada parecido.
En una biblioteca cuentan tres grandes elementos: 1. Los fondos bibliográficos y documentales; 2. Los ciudadanos, o sea las visitas de lectores e investigadores y el mobiliario correspondiente; 3. La infraestructura tecnológica de servicios, los equipamientos con que cuenta. Sobre lo primero, lo diré con una anécdota: un importante editorialista de El Universo me comentó en mi última visita a Ecuador que hace unos años fue a la biblioteca a tratar de leer, durante unas horas de espera, Ana Karenina, de Tolstoi, y le dijeron que no tenían ningún ejemplar. ¡No tienen a Tolstoi! ¡Y ‘Este’ dice que la biblioteca de Guayaquil es una de las mejores de América! ¿Qué libros tienen? ¿Cuántos volúmenes? ¿Cuántos incunables, cuántas primeras ediciones? ¿Alguien lo sabe siquiera? Desafío a Melvin Hoyos a que nos lo diga, que diga de paso si la biblioteca tiene, por ejemplo, la obra completa de los premios nobel latinoamericanos, de Miguel Ángel Asturias, por caso, o la de Borges, o la de Montalvo, por mencionar solo obras sobradamente conocidas.
En cuanto a lo segundo, a las visitas: ¿Qué capacidad tiene? ¿Cuántas visitas tuvo la biblioteca municipal el año pasado? Cuántos libros fueron consultados? ¡Que nos lo digan! Repito, yo nunca vi un lector allí, posiblemente porque los únicos usuarios son las escolares, que van allí a hacer tareas de escuela o colegio. Las veces que yo pedí libros, nunca los tenían…
Que nos digan cuántos libros ha comprado esta administración municipal, en los 25 años que lleva. ¿En cuánto se ha incrementado en estos años el presupuesto de la biblioteca?
Sobre lo tercero, el equipamiento tecnológico: si no hay catálogo que se pueda consultar, qué se puede esperar… Lo fundamental es el servicio de reprografía, pero sobre eso lo único que tienen para el público, me parece, es una fotocopiadora. Yo pregunté por el escáner y sistemas de microfilmes, pero si los tienen no son de libre acceso para los usuarios, común en las bibliotecas de hoy. Todo es una calamidad. Y ‘Catilina’ dice que la biblioteca ofrece un “excelente servicio al pueblo”…
En cuanto al Museo Municipal, se puede decir aproximadamente lo mismo. ¿Cuántas obras alberga y piénsese si esa cantidad es propia de un museo de una ciudad de tres millones de personas? La sala prehispánica, que debería ser sumamente importante dada la riqueza y antigüedad de nuestro pasado pre-colonial, es insignificante. Lo más valioso, la piedra sacrificial y el tótem, no tiene continuidad ni visitas: suelo ir a verlos cuando estoy aquí, y nunca he visto otros visitantes. Hay una tzantza, pero está arrinconada, quizá escondida y en todo caso sin información relevante. La parte colonial y la de arte sacro son asimismo pobrísimas, solo nominales. Eso sí, la sala más nutrida está dedicada a los retratos de la élite guayaquileña, obras sin valor artístico ni histórico.
¿Hace investigación el museo, a través de un departamento provisto de personal científico? No.
¿Hace exposiciones periódicas abiertas al público, que no sea, lógicamente, el Salón de Julio, que es un premio? No.
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3) ¿Considera usted que algún programa de la Dirección de Cultura y Promoción Cívica del Municipio de Guayaquil fomenta efectivamente la lectura y la producción literaria?
Para responder voy a ayudarme asimismo de preguntas:
1. ¿Cuántas bibliotecas populares ha creado esta administración en los 25 años que lleva dirigiendo la ciudad? Que yo sepa, ninguna, aunque me alegraría si alguien me corrige y me dice que sí, que tal año el Municipio abrió tantas bibliotecas, con tantos libros y discos y películas; tal otro año, tantas… Pero dudo que se pueda hacer esa corrección.
En 25 años no han hecho ni una sola biblioteca, ni siquiera han podido hacer de la municipal un centro destacado, funcional y valioso. En Guayaquil no hay verdaderas bibliotecas. Una vez visité la del Club de la Unión: sólo vi una mesa de lectura, individual, con una sola silla. Pregunté por qué era así: el gran Juan Castro me dijo: porque hay un solo lector: yo… Tenemos una élite económica y social iletrada. Esa es la realidad.
La ciudad tendrá pronto una verdadera, aunque pequeña, biblioteca, gracias a la Universidad de las Artes, fundada hace muy pocos años por el gobierno nacional, no por los conservadores de Guayaquil.
2. ¿Cuántas veces el municipio hizo convocatorias públicas para ayudar a la edición de libros? Ni una sola vez.
3. ¿Cuántas veces y de qué modos apoyó a las revistas culturales? Ni una sola vez.
4. ¿Cuántos libros se publican en Guayaquil cada año?
¿Cuántas novelas, cuántas investigaciones científicas, sociológicas, históricas…? ¿Cuántos de ésos fueron publicados o ayudados a publicar por el Municipio? ¿Lo sabemos? ¿Lo sabe ‘Este’?
5. ¿Cuántas ayudas a la creación ha dado a los escritores de la ciudad o del país? Ninguna.
6. ¿Qué hace la Dirección de Cultura del Municipio al respecto? Comparemos con lo que hace el Municipio de Quito, que está constantemente publicando libros valiosos, a través del Centro Carrión, que hace poco publicó dos nuevos y hermosos volúmenes de la obra completa de Hernán Rodríguez Castelo. Ni siquiera resistiríamos una comparación con Cuenca, una ciudad considerablemente más pequeña que Guayaquil. Todos sabemos la respuestas, penosa. Los eventos literarios anuales que hay en la ciudad, como la Feria del Libro que dirige la profesora Cecilia Ansaldo, no tienen relación alguna con la Dirección Municipal de Cultura. Por eso cabe volver a decir: “El senado lo sabe, el cónsul lo ve, y Este sigue vivo!”
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4) ¿Cómo ve usted la relación entre los artistas y gestores autónomos de Guayaquil, las entidades públicas y la ciudadanía?
Es que yo no estoy seguro de que esa relación exista. Para que exista ha de haber un espacio común que los reúna y los haga interactuar. Eso, que en teoría política y social se llama la esfera pública, es un factor esencial de toda democracia, y en Guayaquil y Ecuador, me temo, no la tenemos. Nadie, ni la prensa, ni ningún gobierno nacional o local se ha interesado en impulsarla, en desarrollarla. La esfera pública es esencial en una democracia porque es el espacio de existencia de los ciudadanos, el del compromiso y la afección cívicas, y por eso mismo cierto tipo de políticos le huye. Porque a los ciudadanos hay que rendirles cuentas, como Catilina en el senado romano, donde se encontró con la reprimenda de Cicerón. En eso el anterior gobierno nacional y el gobierno conservador de Guayaquil han sido idénticos: ambos han erosionado todo principio de creación, desarrollo y fortalecimiento del espacio de debate de lo público: han querido simples seguidores obedientes, no ciudadanos, que son deliberantes por definición. Precisamente por la falta de compromiso y afección cívicas, por el obligado refugio en lo privado de los actores culturales, en que predomina el egoísmo individual, es que ‘Catilina’ aún está vivo al frente del área de cultura de la ciudad después de 25 años de desprecio e ineptitud.
Me atrevo a conjeturar que en Guayaquil la mayor parte de los artistas y gestores culturales no se sienten ciudadanos, como no se sienten los ingenieros, los deportistas, y los miembros de demás gremios o colectivos. No hay ciudadanía propiamente dicha, en sentido desarrollado y fuerte en la ciudad. Contribuir a la existencia de ese espacio es otra de las tareas incumplidas del área de cultura de la ciudad.
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5) Desde su experiencia viviendo fuera del país, ¿cree usted que la cultura tiene futuro en una ciudad como Guayaquil?
Claro, pero a condición de vencer la línea que durante estos 25 años ha sido hegemónica, es decir, de que se imponga otra noción de cultura, una que no la considere como tapón y mero ornamento colonial, como es el caso ahora. En la otra noción hemos de recuperar un genuino interés por lo patrimonial, ahora en realidad abandonado. Piénsese en cómo el municipio no ha dicho una palabra ante el despojo que está perpetrando el Ministerio de Cultura de obras pertenecientes al fondo del MACC. No les importa. Si el ministerio se hubiera llevado la estatua de León Febres Cordero o algún retrato de uno de los grandes señores de Guayaquil, ya hubieran declarado la guerra a Quito, pero como se trata de “meras” obras de arte, se callan.
La cultura tiene futuro si nos hacemos una idea valiosa de ella, como lo que en verdad es, o sea:
- Un factor de cohesión social;
- Un factor que contribuye a desarrollar un sentido de pertenencia;
- Un elemento que fomenta una actitud cívica, pues desarrolla la identificación con lo público;
- que contribuye al bienestar e incluso a la felicidad de los ciudadanos. Una tendencia cada vez más fuerte en muchas ciudades avanzadas del mundo es incrementar el gasto en cultura porque estudios desarrollados por centros de investigaciones reputados han demostrado que la cultura –el cine, la lectura de libros, el teatro, la música– tienen un impacto considerable en la felicidad de la población, especialmente cuando se trata de actividades compartidas.
Esta noción de cultura no la tiene ‘Este’, ni el cónsul, y está por verse si puede llegar al senado.
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Portada: Artículo de Diario El Expreso, publicado el 21 de abril de 2018
Es realmente deprimente haberme enterado de la realidad del Municipio de Guayaquil y el Departamento de Cultura inexistente según el artículo.
La comparación con las ciudades grandes del Ecuador es definitiva, cruda, decepcionante que la Cultura no sea imprecindible en el desarrollo, la sencibilidad, la creación, la invención básica de las artes de los seres humanos. Tengo verguenza de enterarme de como el Puerto Principal del Ecuador con el poder económico que tiene, sea minúsculo en su apoyo a la CULTURA con mayúsculas. Recordar que la culpa también es de los ciudadanos, profesionales, las Universidades, en si la educación obsoleta y obscurantista.
A Melvin Hoyos le pusieron en ese puesto para que sea: El mejor arquitecto entre los historiadores y el mejor historiador entre los arquitectos. Es decir, es Nadie. Porque lo que realmente hace es: diseñador de vestidos de novia.
En realidad esta situacion explica porque una ciudad como Guayaquil es en donde mas acogida tienen lis realitys de pesoma calidad, porque esas telenovelas de peoduccion de pesima caludad y con contenidos atentatorios a la dignidad humana como “la pareja feliz” barren con el rating de audiencia. Pero como no entender la motivacion de un gobierno municipal que no tiene otro interes que enriquecerse a tene y gelar por sus intereses y los de los magnates de la ciudad; un gobierno cuyo trabajo se centra en la elite y no en las grandes mayoriad, es la logica social cristiana ¿ o pensaban otra cosa ? Que les puede intetesar el pueblo. Por ello pan y circo, de ahi que se construyen estadios, se co financia equipos. Esta mas claro que el agua, la cultura vuelve al pueblo mas digno, mas critico, por eso no trabajan para eso, segun ellos, la verdadera cultura es subversiva.
Acertado comentario
Distinguido Mario, lo que tú dices a propósito de la Dirección de Cultura de Guayaquil vale para todo el país, con rarísimas salvedades. Los directores de esas instituciones son animales satisfechos de sí mismos y nada más.
Tan justo es tu reclamo que podría hacerse extensivo a las Casas de la Cultura y al propio Ministerio. Sería importante entonces que tus palabras se convirtieran en actitudes del pueblo; pero a lo mejor no las asume porque las instituciones nombradas, que se atribuyen la verdad de la cultura, se han encargado de depreciarla. O al menos de volverla un mass media más. Y habría que empezar por allí. .
Ya pueden imaginar, los lectores, la realidad de Machala que tiene en Guayaquil su modelo ideal.
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