Después de la restrictiva cuarentena que se mantuvo en Quito durante varios meses de 2020, la galería +Arte reactivó su programación con una exposición de Flora de Neufville y Karen Miranda Rivadeneira. La muestra “Ácrono” fue presentada originalmente en la feria Buenos Aires Photo en la primera quincena de septiembre y, días después, se inauguró en la sede del espacio cultural en Quito.
En palabras de Gabriela Moyano, directora de +Arte, las obras de las artistas “son fracciones de paisajes que nos sitúan en épocas desconocidas… La obra de Karen y Flora nos invitan a leer las imágenes con nuevos colores de tiempo. Imágenes que no buscan narrar un período determinado ni catalogar paisajes que hacen referencias a territorios”.
A manera de memoria de la exposición, compartimos una reflexión de la crítica turca Defne Cizakca sobre la serie fotográfica Meda de Karen Miranda Rivadeneira y una reseña de Ana Rosa Valdez sobre los cianotipos de Flora de Neufville, así como un registro de las obras y el montaje de la exposición.
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Flora de Neufville: Imaginar otra botánica
Por Ana Rosa Valdez
Cuando Flora de Neufville se aproxima al mundo de las plantas, abraza la estética ilustrativa de la botánica y el carácter experimental de esta disciplina, pero, al mismo tiempo, se posiciona críticamente frente a una perspectiva científica que ha instrumentalizado al reino vegetal. Tomando distancia de la búsqueda de conocimiento que propone el método empírico analítico —que anuda lógica y experimentación, razón y verdad—, la artista ensaya nuevas maneras de relacionarse con los organismos vivos a través de la mirada fotográfica.
Sus primeras obras giraban en torno a las plantas parásitas y su marginalidad en los estudios botánicos. Produjo un archivo fotográfico de varias especies encontradas en una pesquisa personal y cianotipos basados en estas imágenes. El título de la serie, Teratos, aludía a la ciencia que estudia a los seres considerados por la biología como “anormales”, “deformes” o “monstruosos”, fruto de malformaciones congénitas o mutaciones. A diferencia de la visión que objetivamente pretende examinar y clasificar los fenómenos de la naturaleza, la intención de la artista es dejarse afectar por las vidas que retrata. Así, sus obras son un homenaje a las plantas sin nombre, las que habitan fuera de las taxonomías, que carecen de investigaciones específicas y no son aprovechadas por alguna industria agrícola o farmacéutica.
Flora de Neufville. Teratos. Cianotipos. Serie 1⁄2. Dimensiones 1.65x 1.13 m 2019 (Obra presentada en la exposición “I(n)equívocas” en el Museo Interactivo de Ciencias MIC, Quito).
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Al igual que su trabajo previo, la obra reciente de Neufville se aboca al entendimiento de la vida de las plantas, más allá de cómo han sido percibidas, analizadas y explotadas por los seres humanos en las culturas occidentales. La artista vuelve a emplear la técnica del cianotipo para mostrarnos universos vegetales inaccesibles para el ojo común. Las superficies microscópicas de un musgo y un cactus protagonizan las nuevas piezas.
Las imágenes fueron producidas en colaboración con Martín Kingman, quien realizó las fotografías macroscópicas de las plantas en el Jardín Botánico de Quito, las cuales sirvieron como punto de partida de los cianotipos. Al ampliar la visión que tenemos de estos organismos, estos adquieren una mayor dimensión espacial y un aspecto visual atípico, que se potencian por el efecto que causa el lente al resaltar determinados detalles y difuminar el fondo. Estas obras no aspiran a un status científico o documental; se entregan, por el contrario, a la conjetura de una territorialidad ignota, cuyas imágenes podemos asociar con un paisaje cósmico o submarino.
Flora de Neufville. Cristation (2020). Myrtillocactus (Jardín Botánico de Quito). Cianotipo en papel arches 300 gramos. Dimensiones 1.12 X 2.80 m. Registro en colaboración con Martin Kingman. Canon 5D Mark II/ Canon EF Macro.
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Las reflexiones artísticas que sustentan estos trabajos están influidas por el posthumanismo. Más que una filiación ecologista, se observa una voluntad de pensar la historia de la ciencia e incorporar los nuevos debates ecológicos que problematizan la división tradicional entre biología y antropología, con el fin de evitar la separación entre naturaleza y cultura. A partir de estos enfoques, se habla de naturalezas culturas sin escisión entre ambas palabras, como si fuese restituido un antiguo vínculo primordial.
Flora de Neufville. S/T (2020). Musgo Tillandsia usneoides del Jardín Botánico de Quito. Cianotipo en papel arches 300 gramos. Dimensiones 1.12×2.80 m. Registro en colaboración con Martin Kingman. Canon 5D Mark II/ Canon EF Macro.
La historia de la fotografía también constituye un referente importante en este proceso creativo. El cianotipo, en la obra de Neufville, no sólo es un medio para la expresión artística sino también un recurso discursivo. Aunque la cianotipia constituye un invento de John Herschel de 1842, fue la botánica Anna Atkins quien aprovechó esta técnica para la divulgación científica de imágenes de plantas, conchas y algas. Previamente, ella había realizado dibujos para sortear esta labor, pero la precisión sólo se lograba mediante un trabajo muy minucioso. El uso de cianotipos no sólo facilitó esta tarea, sino que amplió la posibilidad de reproducir y distribuir las imágenes. Su libro British Algae es la primera publicación en la historia que incluye ilustraciones fotográficas. A Neufville le interesa recuperar el legado de Atkins, a quien se considera la primera mujer fotógrafa, que durante décadas pasó desapercibida en la historia del arte.
La Mariscal, 6 de febrero de 2021
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MEDA
Por Defne Cizakca
MEDA cartografía los movimientos de una mujer de dos millones de años. Nuestro antepasado primordial, el primer ser humano, a veces conocida como la que cayó del cielo, la que sacude la vida, la mujer de barro, la mujer araña, la mujer mariposa, la mujer esmeralda en numerosas historias de origen amerindio. Las fotografías de Rivadeneira tejen un atlas para ella, para un yo que ha aprendido a través del asombro y el tacto a través de muchas encarnaciones. Las imágenes son una invitación a reflexionar sobre cómo lo primordial en nosotros se encontraría ahora con la tierra. Alrededor de qué piedra envolvería sus brazos, de qué manera descubriría el polvo de estrellas que aún perdura en la más profunda humedad de las cuevas.
El efecto resultante es de silencio y asombro. Las separaciones entre fotógrafa, sujeto, escenario y espectador desaparecen en la obra de Rivadeneira. La mirada se dirige tanto hacia dentro como hacia fuera, la naturaleza es una con el modelo, la fotógrafa participa en el ritual. Allí hay fusión. Un flujo radical. Hay paganismo. La luz es en parte piedra, en parte mujer. Concha de pelo azul, noche rizada. El tiempo también es parte integrante de la geografía. Se puede acceder a los recuerdos, personales y colectivos, actuales y antiguos, a través de la corteza de árbol, de la piedra, de la cueva. Los fantasmas surgen porque este mundo es sinuoso más que lineal.
Mientras seguimos discutiendo la mirada masculina, la mirada orientalista, la mirada exótica, ¿es posible que la mirada misma desaparezca en su conjunto en una forma de arte basada en la mirada? Y si es así, ¿por qué se puede reemplazar? Un regreso a un estado que Ursula Le Guin describió como “sin nombre”, tal vez. Un lugar donde las jerarquías pueden desaparecer porque todavía no hay nombres que las aprisionen. Rivadeneira anhela un espejo perenne que sostiene y refleja sin juzgar. Una historia que se desarrolla sin un maestro.
(Texto traducido del inglés por Guillermo Morán)
Para ver la serie completa, visitar el sitio web de Karen Miranda Rivadeneira