Por Cristóbal Zapata
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En días pasados, el artista cubano Carlos Martiel (La Habana, 1989), uno de los invitados internacionales a la muestra oficial de la XIV Bienal, estuvo en Cuenca para reconocer el terreno y trabajar en su propuesta.
Graduado de la Academia Nacional de Bellas Artes “San Alejandro”, Martiel estudió en la Cátedra Arte de Conducta, dirigida por Tania Bruguera y en el Instituto Superior de las Artes, el célebre ISA, que abandonó al segundo año. Quizá debido a esta temprana disidencia escolar, antes que el pedigrí académico a Martiel se le nota la hechura callejera. Habla como camina, con la misma prestancia y desenvoltura, sin poses ni afectaciones, sin perderse en neologismos ni teorías. No en vano, sus autores de cabecera son Eduardo Galeano y Osho (en cuyos escritos encuentra un filón y potencial político).
Espigado y musculoso, de mentón y pómulos prominentes que acentúan su expresión severa y algo taciturna, Martiel tiene por momentos el aspecto de un púgil, de un boxeador que ha librado combates difíciles y que ha aprendido a devolver los golpes haciendo de su cuerpo un poderoso instrumento crítico. Pues en gran medida su obra es fruto de su fricción con el mundo, de su experiencia frontal, y muchas veces áspera con la realidad.
La condición racial, la perversión de los fenómenos migratorios, la segregación y exterminio de las minorías étnicas, o los diversos mecanismos de exclusión implementados por el poder, los cuatro puntos cardinales de su trabajo, no solo que los ha vivido y padecido, sino que los ha hecho pasar por su cuerpo; ni los temas ni las soluciones formales que acompañan sus acciones los aprendió en las aulas, son más bien el resultado de una sensibilidad y una inteligencia despiertas, de un instinto poético personal. En este sentido cabe destacar –entre su ya voluminoso currículo artístico–, su acción Expediente (Museum of Fine Arts Houston, 2017) donde el artista yace boca abajo con los brazos cubiertos con plumas de palomas traídas desde Cuba, a manera de un Ícaro siniestrado en su empresa migratoria. Una pieza inspirada por donde se la mire.
Donde va, Martiel pone el dedo en la llega e inflama las heridas manifiestas o latentes del entorno en el que actúa. Desde la vivencia profunda de su negritud y su memoria y experiencia migratoria, este artista hace de su cuerpo un campo de batalla, y pone al descubierto algunos lados oscuros y turbios de la historia y de la vida contemporánea; opera como un San Sebastián ecuménico, transnacional, cuyo cuerpo actualiza y resignifica en clave política el martirio y el dolor del cuerpo desplazado y segregado, perseguido y expoliado. No en vano, el mismo artista –que reside hace varios años en Nueva York–, atraviesa el mundo con un pasaporte jamaiquino, lo que da cuenta de su conflictivo estatus migratorio.
La siguiente entrevista tuvo lugar en el Cinema Café, el sábado 5 de julio, cuando empezaba a caer la tarde morlaca.
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Carlos, qué te parece si empezamos haciendo un resumen de tu breve estadía quiteña en 2012. ¿Por qué elegiste Quito como destino y cómo fue a grandes rasgos tu vida allí?
Querido Cristóbal, para mí es un honor tener esta conversación contigo. Muchas gracias. Llegué a Quito en mayo del 2012, la verdad es que los motivos que me llevaron a elegir Quito fueron meramente personales, bañados por un matiz romántico. Cuando llegué tenía planes de quedarme para largo pero solo aguante tres meses. El tiempo que estuve allí fue bastante intenso y productivo, todo un reto a nivel personal y creativo. La mayoría de las obras que realice fueron en el espacio público pero de vez en cuando hacía obras en algún espacio alternativo. Para sobrevivir confeccionaba pulseras tejidas a mano. Había días que no podía desayunar hasta que no vendía la primera pulsera. Así que ya te puedes imaginar cómo era mi situación.
A los tres meses decidí irme, me di cuenta que no tenía muchas oportunidades para mi trabajo. Llegado un punto el circuito del arte es bastante reducido. Además, cuando se es cubano, la situación puede llegar a ser difícil. No sé ahora, pero en aquel momento había muchísima xenofobia hacia los cubanos y colombianos. Recuerdo que una vez estaba sentado en la plaza del Palacio de Gobierno, intentando vender alguna pulsera. De momento escucho a una señora, gritando a pecho partido con altoparlante “Saquen del Ecuador a los cubanos, los colombianos y los peruanos”. Y nadie hacia ni decía nada.
Cuando tomé la decisión definitiva de marcharme partí rumbo a Buenos Aires. Un buen día me metí en Youtube buscando videos de como cruzar las fronteras de Ecuador- Perú, Perú-Bolivia, Bolivia-Argentina, y así dibujé mi ruta de viaje. Como estaba ilegal no podía tomar un avión así que hice toda mi travesía por tierra. De bus en bus, de capital en capital, evadiendo los controles fronterizos, incluso sobornando a los oficiales y los choferes de los buses.
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Sin embargo, según me contabas el otro día, en Quito te relacionaste con alguna gente de la escena artística emergente.
En Quito hice una residencia a corto plazo en La Multinacional, realicé obras en el Project Room de la Flacso, en Casa Trans, pero mi fuerte fue el espacio público. También hice algunos amigos entrañables que me tendieron una mano en aquellos momentos difíciles, entre los que se encuentran Sarah de la Cerda, Patricio Dalgo, Juan Montelpare, Jenny Jaramillo, Edu Carrera, Geovanny Verdezoto, y muchos otros.
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Carlos Martiel. Yerto, 2012. Palacio de Gobierno de Ecuador, Quito, Ecuador. Foto: Javier Escudero.
“Mi cuerpo cubierto como cadáver permanece acostado frente al Palacio de Gobierno Ecuatoriano”.
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¿Recuerdas algo específico que hiciste en Quito?
Desde mi punto de vista la obra más significativa que realicé fue Yerto, que tuvo lugar frente al Palacio del Gobierno. Para nadie es secreto que el pasaporte cubano es uno de los más restringidos que existen. Durante muchos años los únicos países de América que admitían cubanos sin necesidad de un visado fueron Ecuador y Belice. Lo que llevó a una ola de todo tipo de cubanos a emigrar a este país, entre ellos yo, mucho de los cuales no dudaron en quedarse más del tiempo establecido por la ley en Ecuador y en Cuba. Digo Cuba, porque en aquellos momentos cualquier cubano que saliera de la isla y no regresaba antes del año, perdía su residencia cubana. Cuando la situación de los cubanos se salió de control, empezaron deportarlos en masa (una verdadera cacería de brujas). Como muchos habían permanecido en Ecuador más de un año, no eran admitidos por el gobierno cubano. Así que la decisión que tomó Ecuador fue crear una especie de “hoteles” en los cuales los encerraban por tiempo indefinido. Yerto es una acción que refiere al limbo migratorio que en esos momentos vivían los cubanos, residentes de ninguna parte….
Para mí fue una obra significativa por todo el clima y las reacciones que generó. Llegado un punto se acumuló un montón de gente a mi alrededor, y algunos se tomaron la libertad de levantar la manta que me cubría y cachetearme para confirmar si estaba vivo. En un momento alguien dijo “Saquen ese negro de aquí que está ensuciando la plaza, que van a pensar los turistas”. Como estaba acostado cubierto con una manta, la gente no sabía si estaba vivo o muerto. El clímax tuvo lugar cuando llegó la policía preguntando qué sucedía, cómo era la plaza del Palacio de Gobierno yo tenía previsto que me podían ordenar que me retirara. Así que antes de empezar le dije a la amiga que venía conmigo: “Sara, si llega la policía y pide que me vaya, lo único que tienes que hacer es tomarme por los pies y arrastrarme fuera de la plaza”, y así sucedió. Ahí la tensión y el careo se puso a tope. Unos minutos después llegó nuevamente otro policía y por su tono entendí que la obra había terminado.
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De Quito pasas a Buenos Aires donde permaneces un año, ¿qué pasó ahí, no se cumplieron tus expectativas? ¿Qué encontraste o que no encontraste en la Argentina?
A Buenos Aires yo llegué buscando vida… En Buenos Aires descubrí que tenía juventud, y una vez más, lo dulce y amargo de ser “diferente”. No es mi intención jerarquizar pero de la Habana o Quito a Buenos Aires, hay una diferencia. En cuestiones artísticas llegué sin ningún tipo de expectativas. Seguía realizando obras en el espacio público y de vez en cuando trabajaba con algún espacio alternativo. Lo que sucede en Buenos Aires con el performance es que se mueve en el underground. Hay una tremenda movida de performance pero al margen de la institución, al margen incluso de la Bienal de Performance que surgió hace un par de años. Allí a los artistas de performance no los toman en cuenta si no se llaman Marta Minujin. Hay varios festivales de performance pero todos gestionados por los propios artistas.
Por otra parte me buscaba la vida como podía, de ayudante de cocina en una pizzería, de repartidor de comida china y volantero, como estibador en una tienda de venta de hawaianas al por mayor, o modelo vivo, en fin…
Lo bueno de Argentina es que en cuestiones de migración son bastantes flexibles. Durante mi estancia, e incluso sin tener documento de identidad, fui a Italia, donde me gané el Premio Arte Laguna. Luego fui a Canadá invitado al festival de performance VIVA Art, y una vez allí, decidí no regresar. Cruce el puente y entre a los Estados Unidos. Vida nueva.
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Carlos Martiel. Mediterráneo, 2017. 57ª Bienal de Venecia, Palazzo Cavalli-Franchetti, Venecia, Italia. Foto: Annamaria La Mastra.
“Permanezco arrodillado en el nivel inferior de una estructura de metal y de cristal inspirada en el diseño de los antiguos relojes de arena. El nivel superior está lleno de agua del mar Mediterráneo, que poco a poco se filtra por un orificio hasta llenar el espacio donde me encuentro”.
Tu obra se destaca no solo por su fuerza crítica sino por la economía formal de tus propuestas, dices mucho con muy pocos elementos, sin saturar el espacio, con una eficacia retórica que se concentra en tu propio cuerpo. ¿Cómo concibes tus obras, haces algún tipo de indagación previa para definirlas, haces bocetos o ejercicios preparatorios?
Cuando recibo una invitación lo primero que hago es una investigación del contexto, intentando entenderlo, y buscando algún tema que tenga relación a mi trabajo previo y que me resulte interesante abordar. Cuando determino el tema, el resto es darle cuerpo al contenido. La estética de la obra la marca los elementos propios del contexto pero lo que siempre se mantiene es el elemento minimalista que caracteriza mi trabajo. A mí me gusta mucho dibujar, y es por mediación del dibujo que tomo confianza con la obra, el ejercicio de dibujar me ayuda a tomar la decisión.
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¿Y estos bocetos también los comercializas eventualmente?
Los comercializó eventualmente, pero no con las galerías con la que trabajo, por lo general con algunos amigos que están interesados en el coleccionismo.
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Junto a esta economía simbólica, un aspecto fundamental de tu trabajo reside justamente en activar sus significados a partir del contexto cultural, político o histórico en el que despliegas tus acciones, algunos ejemplos al paso son el tema de las víctimas de la migración africana que presentaste en la Bienal de Venecia (Mediterráneo), la exclusión y segregación de las minorías haitianas que desarrollaste en República Dominicana (Hijo de haitiano), el discrimen de la comunidad guaraní que presentaste en Sao Paulo (Lamento guaraní), los desaparecidos en México y en Chile (Aparecido y Fosa), y por supuesto también has tratado con frecuencia el tema de la exclusión, la represión y persecución política en Cuba (Estado de excepción, Espíritus acuartelados, Línea de fuego, Gusano, etc.) y algún momento incluso en Venezuela (Intersección, SOS)… Como que siempre estuvieras nombrando la soga en casa del ahorcado…
Mi trabajo nació en Cuba como una necesidad de expresión y respuesta a determinadas problemáticas que me afectaban. Ya fuese el racismo, la migración, o el abuso de poder por parte de las autoridades. Mi trabajo posee una naturaleza crítica y no va ser diferente fuera de Cuba, para mí no tiene sentido el ir por el mundo criticando los males de Cuba. No por una cuestión de falso orgullo patrio pero me parece más interesante utilizar lo que los diferentes contextos me ofrecen. Es como ir a la Habana y hacer una obra sobre la inmigración africana en Europa, ¿Qué sentido tiene? En mi obra el contexto lo es todo, lo único que he hecho dentro y fuera de Cuba es ser consecuente con lo que pienso. En cuanto a nombrar la soga en casa del ahorcado, lo más que te puedo decir es que los males de mi pueblo son los males del mundo. Mi compromiso es con la dignidad humana.
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Carlos Martiel. Espíritus acuartelados, 2010. Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana, Cuba. Foto: Daniel Silvo.
“Un individuo con botas militares presiona su pie sobre mi cabeza impidiendo que me levante”.
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¿Y cuál es tu mirada hoy por hoy frente a la situación cubana donde hace pocos años se creó cierta expectativa de cambio que no se ha concretado?
Todo el acercamiento que inició Obama fue socavado de raíz por la administración de Trump. Se quedó todo en una expectativa, y ahora para colmo de males, ni visa se puede pedir desde Cuba para viajar a los Estados Unidos. Después de los supuestos ataques sónicos sacaron al personal de la oficina de interés de Cuba. Lo que significa que el cubano para pedir visa a Estados Unidos tiene que irse a un tercer país. ¿Quiénes pueden darse ese lujo con la situación económica tan difícil que atraviesan los cubanos? Decisiones políticas que una vez más al único que afectan es al pueblo cubano que ya bastante tiene con la miseria en que vive. Así que por el momento pensar en acercamientos de las relaciones diplomáticas entre ambos países es una bonita utopía. Tendría que nacer otro Obama, tendría que tener Estados Unidos un segundo presidente negro.
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Carlos Martiel. Aparecido, 2016. Guadalajara, México. Foto: Alejandro Fournier.
“Caminé desde la Catedral hasta el Palacio de Gobierno de Guadalajara, con mi cuerpo cubierto de cenizas de ropas que pertenecían a personas desaparecidas, donadas por sus familiares para la obra”.
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¿La isla con sus problemas y conflictos sociales y políticos siguen siendo el gran tema del arte cubano?
Para una gran parte de las generaciones pasadas sí, pero en la actualidad eso ha cambiado un poco. Gran parte de los artistas más frescos que están produciendo ahora mismo en La Habana, lo que quieren es vender, viajar, tener un estudio, un asistente, una propiedad, un carro, ¡y lo tienen!, y no hay nada de malo en ello. Te asombrará el alto nivel de vida que tienen los artistas inclusive los recién graduados del ISA. El dinero para todo eso no se hace con arte político. En Cuba, ser un artista político, o digamos que incómodo, supone vivir en permanentes problemas con el Gobierno, bajo asedio, censura, renegado de la mayoría de las instituciones oficiales. Con buena suerte agrandado por la prensa internacional, pero eso es otra historia. La realidad más cruda de Cuba continúa siendo tema de obra para los artistas pero para poquísimos. Porque muy pocos están dispuestos a correr riesgos. En Cuba hay temas y temas, algunos se pueden abordar sutilmente, pero hay otros que no, y cuando cruzas la línea, desapareces del panorama como artista; al menos dentro de la isla. Quien quiere participar en cuanta exposición de arte cubano se hace, sin importar quien la organice. Pues tiene que decir, ¡Si Juan! al jefe, y hacer cualquier cosa que no lo meta en problemas.
Personalmente no tengo nada en contra del dinero, ni del buen vivir, ni de vivir del arte. Creo que si un artista se pasa de 4 a 8 años estudiando una carrera tiene que vivir de eso, como un panadero, un médico, o un electricista. ¿Es lo más lógico, no? Personalmente, me parece terrible la vida del artista part-time. Lo que sí me disgusta un poco es ver que los artistas por temor a las consecuencias de ser críticos o por las promesas de “pajaritos volando” evadan su realidad. Como te digo una cosa, te digo la otra: al final el gobierno cubano, se ha dado a la labor de exiliar y marginar (generación tras generación) a cuanto artista que no le ha seguido el juego. No te estoy hablando solo de los artistas plásticos. Los más jóvenes a su conveniencia para bien o para mal, algo han aprendido….
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Carlos Martiel. Línea de fuego, 2017. Havana Art Weekend, Factoría Habana, La Habana, Cuba. Foto: Jorge Calcagno, Gabriele Bianchini.
“Permanezco parado en la galería entre dos alambres de resistencia eléctrica, que van de una pared a otra, dividiendo el espacio en dos. En la entrada de la galería las personas son divididas según su estatus migratorio. En el área delantera solo pueden circular, cubanos emigrados y extranjeros, en el área trasera solo cubanos residentes en Cuba”.
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A propósito de la “Cátedra Arte de Conducta”, ¿qué tan importante fueron las lecciones de Tania Bruguera en tu trabajo, reconoces su magisterio?
En Cuba tuve dos profesores que fueron fundamentales para mí, ambos artistas: Humberto Díaz y Tania Bruguera. Uno me abrió los ojos y la otra me dio la bofetada necesaria. Aunque siempre me he tomado en serio el trabajo que he hecho, muchas de las obras que realicé en la Academia no pasaban del ejercicio experimental. Como todo estudiante buscaba una forma, una manera propia de expresar mis ideas. Mi trabajo en la Academia se trataba más de experimentación, la prueba y el error. Pasada mi etapa de estudiante ya no me podía dar ese lujo. La Cátedra fue para mí la prueba de fuego como artista, en la Academia te enseñan muchas cosas, pero no algo que es fundamental para ser un artista, la consecuencia.
Me siento muy agradecido de haber sido parte de un proyecto pedagógico sin precedentes en Cuba, y aunque lo tuviese, posee un valor agregado. Como proyecto organizado por una artista, brindó y aportó conocimientos, oportunidades, y visibilidad, a muchísimos artistas jóvenes cubanos. La primera oportunidad que tuve para hacer una obra fuera de la Academia, en la Bienal de la Habana del 2009 fue a través de la Cátedra. La primera obra que realice fuera de Cuba, en la Bienal de Liverpool 2010, fue a través de la Cátedra. ¿Es una experiencia digna de reconocer, no?
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Carlos Martiel. Fosa, 2016. Xº Encuentro del Instituto Hemisférico de Performance y Política, DETUCH, Santiago de Chile, Chile. Foto: Mario Moreno
“Las mujeres de Calama son conocidas por su incansable lucha por los derechos humanos y por la constante búsqueda que realizaron por más de 30 años en el desierto de Atacama, de los restos de sus familiares desaparecidos, los cuales fueron torturados y asesinados bajo el régimen de Augusto Pinochet.
Permanezco acostado bajo una acumulación de arena. Diez mujeres chilenas retiran la arena puñado a puñado hasta que mi cuerpo queda visible”.
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En todas tus entrevistas o declaraciones y en la charla del jueves en la misma Bienal tu no tienes ningún pudor o reparo en reconocerte como “negro”, en hablar de ti como “negro”. ¿Cuando tú decides usar el término “negro”, afirmar “los negros” o “soy negro”, en vez de decir los afrocaribeños o afrocubanos hay en esta elección verbal un cierto posicionamiento frente a las fórmulas usuales de la corrección política? ¿Crees que la corrección verbal termina siendo eufemística y que es políticamente más eficaz hablar de “lo negro” de un modo directo?
La palabra “negro” se ha resignificado para mi desde que comencé a trabajar con mi cuerpo, lo que era un motivo de amargura se convirtió en un regalo. No me siento afrocubano, obviamente reconozco que mis orígenes están en África, pero me siento cubano. Siempre que exijo o defiendo mis derechos en Cuba lo hago como cubano. Afrocubana es la religión que se practica en Cuba, traída por los africanos esclavizados y modificada en Cuba según las circunstancias históricas.
Cuando me refiero a mi ser como negro lo hablo desde el lugar del humano que ha sufrido lo indecible en cada rincón de América donde fue introducido y reducido a condición de esclavo, pero que se reconoce fuerza transformadora y creativa por encima de todo. Entonces el término “negro” adquiere otro significado… y con ese me quedo. No con los significados, argumentos, o representaciones del imaginario racista. De nada sirve cambiar el término si seguimos siendo asesinados por la policía, encarcelados en masa, o invisibilizados. Al final el término no es el problema, porque todos sabemos que el sentido de las palabras varía según las épocas. Siempre que veas a un negro vas a deducir automáticamente que su pariente más lejano vino de África. El problema real es el racismo y el odio que es la base de esta sociedad. Entiendo que algunas personas prefieran reconocerse como afrocubanos, afrocolombianos, o afroperuanos, porque el término negro tiene una historia cargada de matices negativos y traumáticos. ¿Pero y la belleza?, ¿y ese reinventarse constante?, ¿y esa fuerza para seguir adelante? Mira, que me digan negro pero que no me maten o encarcelen por serlo. Que me digan negro con el respeto que ese término merece, y que no me cambien mi nombre por “el negro” dicho de cariño. Nunca mejor dicho que como lo expresó Victoria Santa Cruz en la canción “Me gritaron negra”.
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Hasta que un día que retrocedía, retrocedía y que iba a caer.
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
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¿Y qué?
¿Y qué?
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¡Negra!
¡Sí!
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¡Negra!
¡Soy!
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¡Negra!
¡Sí!
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¡Negra!
¡Negra!
¡Negra!
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¡Negra soy!
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Así es como has experimentado tu cuerpo, como lo has vivido… Por lo demás, nigger en el ámbito sajón tiene un tono peyorativo. Acá no, es más coloquial.
Exactamente.
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A propósito de Gente de color, sin entrar en detalles de tu propuesta para la Bienal de Cuenca para no quitarle sorpresa, otra vez tu propio cuerpo vinculado a la cuestión racial es el foco central, sin embargo, presumo que en esta ocasión existe también un cierto guiño de orden erótico o sexual al poner al espectador en un papel de voyeur; de hecho, la propuesta me recuerda un poco la famosa instalación de Duchamp, Étant donnés, donde a través de un agujero ves la representación de una mujer desnuda, con las piernas abiertas, es decir, donde el espectador se acerca a ver lo prohibido digamos, ahora se trata de ver por un abertura el cuerpo excluido, el cuerpo del “otro”, del negro, con todos las inevitables asociaciones o connotaciones sexuales que culturalmente despierta el cuerpo negro, y consecuentemente las pulsiones libidinales que puede desatar en el público, ¿tuviste presente este elemento?
Cuando pienso en Gente de color, no la veo desde el punto de vista erótico, porque el desnudo no implica explícitamente erotismo. De hecho siempre he intentado mantener una distancia en mi obra del componente erótico o sexual. Exactamente por lo que comentas y evadiendo las lecturas fáciles. Quizás el erotismo este presente pero en la mente y el morbo del espectador no en lo que propongo.
La obra que voy a realizar para la Bienal de Cuenca está enfocada en la invisibilización que ha sufrido históricamente la mayoría de las poblaciones afro dentro del continente americano. No es casualidad o un hecho aislado que la mayoría de las poblaciones negras vivan en la costa, al menos en los países donde somos minoría. A las costas fueron empujados en masa por el racismo o allí llegaron huyendo de este para construir comunidad. Mira la situación que vive la población negra en Oaxaca, gente que ha nacido en México, así como sus padres y sus bisabuelos pero no tienen derecho ni tan siquiera a servicio de salud o a tener un pasaporte. ¿Porque los mexicanos no son negros? Si un ser humano no es de donde nace, ¿Pues de donde es? Mira la situación en la que viven los garífunas en Centroamérica o en Buenaventura. Una comunidad que poco a poco y sin ayuda de Estado ganaron terrenos al mar, ¡al mar! Y ahora son intrusos, víctimas del desalojo y las masacres más sanguinarias. ¿Porque?, ¿Porque en la práctica nuestros derechos nunca importan?
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¿Por qué Gente de color te pareció que era una propuesta apropiada para Cuenca?
Todos los países de América tienen poblaciones negras porque América está construida con sangre indígena y sudor de los negros esclavos. Incluso en Argentina donde han reescrito su historia para no asumir que dejar morir también es una forma de genocidio. Esta sociedad racista en la que vivimos no hace más que invisibilizar, estigmatizar, otrificar al negro, una y otra vez. A mí me parece muy curioso, que en países como México, Ecuador, Perú, Bolivia o incluso Guatemala, la gente se asombre de ver un negro. Cuando son países que tienen poblaciones negras, en el caso de Ecuador, en Esmeraldas o en el Valle del Chota. Gente de color me parece adecuada para este contexto, así como para cualquier otro país de América, porque así es como vivimos. Negados por el racismo, escamoteados de la historia oficial, y sin poder político. Encima para no nos enfademos, somos mal llamados con ese término horrible de “gente o persona de color”, ¿De qué color?
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Harías un deslinde entre el cuerpo negro masculino y femenino
Son imaginarios diferentes y así se expresan socialmente.
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Ya para ir terminando, en estos cincos días que has estado en Cuenca ¿cuál es tu impresión de la ciudad?
Creo que es muy poco tiempo para hacer un comentario al respecto. Teniendo Quito como referencia, te puedo decir que en un inicio me resulta una ciudad más amable y menos agresiva. Además me parece extraordinaria la riqueza arquitectónica que posee.
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¿Qué significa para ti estar en la Bienal de Cuenca?
Es la primera vez que participo en una Bienal en Latinoamérica. Es la primera Bienal del continente que apuesta por mi trabajo y eso para mí tiene un significado especial.
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¡Gracias Carlos!
Gracias a ti compañero.
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Carlos Martiel. Gusano. La Habana, Cuba. Foto: Rafael Villares
“Estoy parado en la sala de la casa donde me crié. Un trabajador de la campaña antivectorial llevada a cabo por el Gobierno cubano, fumiga la casa, con el pesticida que se utiliza para erradicar el mosquito Aedes Aegypti. Permanezco dentro del espacio hasta que el contenido tóxico se dispersa del ambiente”.
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Carlos Martiel. SOS, 2016. Hacienda La Trinidad, Caracas, Venezuela. Foto: Gus Lag.
“Permanezco parado en el galería con mis ropas teñidas de sangre donada por 8 opositores venezolanos”.
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Carlos Martiel. Intersección, 2016. Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (MACZUL), Maracaibo, Venezuela. Foto: Danny Duben.
“Permanezco encerrado dentro de un saco de boxeo mientras los espectadores interactúan con este del modo que desean”.
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Carlos Martiel. Lamento Guaraní, 2017. Sesc, Santos, São Paulo, Brasil. Foto: Luiza Prado
“Una historia de racismo, expulsiones, y suicidios colectivos, que data desde los tiempos de la colonia, ha marcado y reducido a la población Guaraní en Brasil. Luego de terminada la guerra con Paraguay en 1870 el Gobierno de Brasil comenzó a vender la tierra, pisoteando los derechos de las poblaciones originarias que vivían y aún viven allí. Con el paso del tiempo la situación de los Guaraníes y otros pueblos indígenas de Brasil se ha agudizado, ya que han sido desalojados de sus tierras y masacrados por pistoleros al servicio del agronegocio. A pesar de esto, la lucha pacífica por los derechos y la demarcación del territorio de estos pueblos ancestrales, sigue en pie.
Me paro dentro de la galería llevando en mi cabeza un cocar Guaraní Kaiowá cubierto de sangre humana” (Carlos Martiel).
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Carlos Martiel. Hijo de haitiano, 2017. Museo Fortaleza San Felipe, Puerto Plata, República Dominicana. Foto: Martin Mirabel. Descripción de la obra en la página web del artista.
“Durante muchos años la inmigración haitiana en República Dominicana estuvo ligada a la industria azucarera. En 1952 los gobiernos de República Dominicana y Haití firmaron un acuerdo para regularizar la inmigración masiva y temporal de jornaleros haitianos que trabajaban en la cosecha de la caña de azúcar. Después de años de trabajo, muchos jornaleros se establecieron en los bateyes junto a sus familias y no regresaron a Haití.
El 10 de Diciembre del 2007 la Junta Central Electoral de la República Dominicana dio a conocer la Resolución No.12, un procedimiento que “suspende provisionalmente la expedición de Actas del Estado Civil que contengan irregularidades.” A partir de ese momento, miles de dominicanos de ascendencia haitiana se convirtieron en ciudadanos de ninguna parte. De forma tangible, esta resolución les niega el acceso a la educación, documentos de identificación y pasaporte, adquisición de propiedades, cuentas bancarias, así como el matrimonio legal y la inscripción de menores.
En el exterior de la Fortaleza San Felipe hay un dominicano montado a caballo, amarrada a su montura una cuerda que se extiende hacia el interior del museo y termina atada a mi cintura. Después de varios minutos soy abruptamente sacado de la edificación”.
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