Entrevista con Víctor García y Stephano Espinoza
por Ana Rosa Valdez
Guayaqueer emergió en la escena cultural de Guayaquil en el 2017 como una plataforma artística y activista enfocada en los derechos de las personas y comunidades LGBTIQ+. En la actualidad, el proyecto refleja la diversidad de luchas sociales que tienen lugar en el Ecuador. Su carácter visual disruptivo se expresa en ilustraciones y publicaciones compartidas en redes sociales. En las imágenes se conjugan referentes de la cultura popular, la imaginería local, la historia, la historia del arte y el humor, con el fin de reflexionar y cuestionar la heteronormatividad, el sexismo, la violencia machista, la homofobia y transfobia, el racismo y clasismo de la sociedad ecuatoriana. El proyecto fue fundado por Víctor García, y posteriormente se integraron Ismael Chock y Stephano Espinoza.
En el mes de junio, se produjeron dos coyunturas en las que Guayaqueer tuvo un rol importante: la discusión alrededor del show de “La Michy en cuarentena” (ver artículo de Primicias) y una acción realizada en el centro de Guayaquil a propósito del Mes del Orgullo LGBTIQ+, titulada Mensaje a la nación.
En Paralaje entrevistamos vía correo electrónico a Víctor García y Stephano Espinoza, integrantes del colectivo en la actualidad, para conocer su perspectiva sobre arte y luchas sociales, el papel de las imágenes en el activismo, la censura y la libertad de expresión en el arte, y la visión de ciudad promovida por el gobierno local de Guayaquil.
¿Cuál es el lugar del arte en los procesos sociales? ¿qué rol juegan las imágenes y los espacios virtuales en el activismo actualmente? ¿cuáles son los debates fundamentales impulsados por Guayaqueer en este momento?
Creemos que el arte puede ofrecer herramientas para hacer más efectivo el activismo y el cambio social. Por ejemplo: el humor, la reapropiación, la recontextualización, el shock, el revisionismo histórico, y la crítica social y cultural, todos son conceptos que se usan mucho en el arte contemporáneo y que Guayaqueer utiliza en el contexto del activismo para sumar a un diálogo a favor del cambio social.
Hay quienes dirían que esta visión del arte es instrumentalista o reduce muchas de sus complejidades, o tal vez que atar el arte a un mensaje político es limitante; sin embargo, nosotrxs creemos firmemente que toda expresión artística es personal y lo personal es político, por ende, en vez de reducir, mezclar las prácticas artísticas con el activismo expande las posibilidades.
Una observación que tuvimos al regresar al país [ambos estudiaron en el exterior] fue que, a pesar de la larga historia del arte político en el Ecuador, el intercambio de ideas y experiencias entre artistas y activistas u organizaciones LGBTIQ+ era muy escaso. No veíamos a muchxs artistas asistiendo a marchas o reuniones para planificar acciones. Y cuando entrábamos en espacios de activismo, nuestra perspectiva desde la cultura y el arte era vista como un adorno, comparado con el rol más institucionalizado de lxs activistas.
De cierta forma entendemos este distanciamiento, ya que existe una crítica hacia artistas que vuelcan su mirada a comunidades o movimientos sociales sin necesariamente pertenecer a estos para “inspirarse”. Aquí y aquí hay dos ejemplos de ello. Por otra parte, para lxs artistas, la toma de posturas sin tibiezas o la institucionalidad de quienes hacen activismo pueden ser interpretadas como algo que va en contra de su necesidad de sentir, explorar espacios grises y alejarse de los absolutismos. Hay quienes piensan que el arte podría perder su autonomía si se mezcla demasiado con los discursos políticos.
Victor y yo tenemos anecdotas de nuestro tiempo en academias de arte donde nos decían que nuestra obra era demasiado política, demasiado personal, demasiado marica, y que eso pertenecía más al activismo. Ahora entendemos cómo el arte contemporáneo realmente se ha abierto a estas prácticas más híbridas y experimentales, permitiendo el flujo de discursos sexodisidentes que los espacios virtuales democratizan, y que medios como la ilustración y el diseño los vuelven más accesibles. Esta táctica se ha vuelto nuestro modo de sobrevivir y repensarnos dentro de la sociedad ecuatoriana, y sobre todo guayaquileña, que tiene un acceso muy restringido al arte y, además, no escucha a los grupos históricamente marginados.
Cuando pensamos en el rol del arte en una sociedad, siempre se nos viene a la mente una obra de Paul Thek que muestra unas letras amarillas sobre un fondo morado donde se leen las frases: “Atormenta al cómodo y conforta al atormentado”.
Es importante que los artistas tengan claro cuál es su audiencia, y sepan ver las desigualdades existentes dentro de una sociedad, para consecuentemente notar cómo estas se reflejan o no en su obra. Esto ayuda a que, como artistas, no le hagamos el trabajo a la hegemonía sin saberlo. Entendemos que muchas veces lxs artistas se aíslan de temas “muy políticos” o “controversiales” por miedo a que su obra no sea bien recibida en los salones o por coleccionistas, o que si hablan de temas políticos, lo hagan manejando una estética que no es confrontacional o digerible para audiencias conservadoras; pero justamente por este miedo a hablar de ciertas cosas es que nos hemos mantenido estancados como sociedad. Nuestra decisión de hacer o no hacer no puede ser determinada por un mercado, peor aún un mercado conservador como lo es el de Guayaquil.
Adicionalmente, creemos que el arte debe estar involucrado en procesos sociales desde el comienzo, no solo de forma superficial como para crear un logo o hacer un afiche, sino para pensar en estrategias políticas, campañas y demostraciones en conjunto con la sociedad civil. La perspectiva de lxs artistas es esencial en el desarrollo del cambio social. En Ecuador hemos visto tantas campañas de activismos fallidas justamente porque no existe una visualidad crítica. Se utilizan tácticas tan trilladas que pierden su efectividad. Por eso es necesaria la creatividad de lxs artistas en estas acciones, ya que uno de los roles de las imágenes es visualizar el mundo que queremos. Vivimos en un mundo donde las leyes, la sociedad, los políticos nos limitan: el arte es nuestra posibilidad de imaginar lo inimaginable, de ilustrar el mundo donde queremos vivir.
En tiempos de pandemia donde el acceso al espacio público es aún más reducido, el espacio virtual se vuelve vital para la difusión de imágenes y la construcción de una voz colectiva, pues da la posibilidad de existir a iniciativas que son tal vez muy arriesgadas para nuestra sociedad actual. El poder existir en espacios virtuales nos ha permitido crear y concientizar audiencias desde el margen, sin mayor acceso a recursos ni apoyo institucional, para posteriormente vernos y organizarnos en el espacio físico.
Los debates fundamentales en la actualidad son la recuperación de la memoria del movimiento LGBTIQ+ en el Ecuador, dirigido en sus orígenes por mujeres trans trabajadoras sexuales; el acceso a tratamientos de hormonas, cirugías de afirmación de género, y medicamentos para el tratamiento y la prevención del VIH; promover la implementación de educación sexual integral en los currículos nacionales; asegurar los derechos de la niñez trans y los adultos mayores LGBTIQ+; y exigir reparaciones para las mujeres trans que fueron violentadas durante el gobierno de León Febres Cordero.
Debemos tener en cuenta que, así como el mundo actual está conectado con una red global, nosotrxs también debemos articular las problemáticas que nos aquejan con la lucha por la despenalización del aborto, con los movimientos feministas, con enfoques antirracistas y anticlasistas. La interseccionalidad es la clave para lograr objetivos conjuntos para el futuro. Llevar las luchas en solitario se ha vuelto caduco.
El trabajo de Guayaqueer se caracteriza por crear visualidades y narrativas disidentes que confrontan discursos, instituciones y medios oficiales. ¿Cómo se producen las ilustraciones y las historias que publican? ¿Desarrollan prácticas de investigación artística y activista?
Yo [Víctor García, quien diseña las ilustraciones] estudié artes visuales en la Academia de Bellas Artes de Bologna, Italia. Stephano Espinoza también tuvo un periodo de estudios en la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania, y luego culminó su carrera en Análisis Social y Cultural con enfoque en Estudios Latinxs y Metropolitanos de la Universidad de Nueva York. Estas bases nos sirven enormemente al momento de ilustrar y pensar cómo queremos que sea nuestro accionar, y el tipo de contenido que queremos apoyar y compartir.
Al momento de ilustrar, miro mucho a la historia del arte y al trabajo de otrxs ilustradorxs maricas, reviso fotografías de luchas sociales reivindicativas, evoco situaciones reales del contexto ecuatoriano, para así cuidadosamente manejar el concepto que quiero insertar en la imagen que estoy trabajando digitalmente. Este es un proceso de investigación artística familiar a quienes nos formamos dentro del ámbito de las artes y la cultura. También hay una práctica de investigación activista, puesto que los textos que acompañan las ilustraciones son escritos gracias a noticias, comunicados de organizaciones, voces de personas involucradas y contactadas luego para dicho fin, e incluso mucha de la determinación para ilustrar surge de la necesidad de hacer algo para nuestras comunidades al conversar con otrxs activistas y organizaciones de derechos LGBTIQ+. Trato, sobre todo, de posicionarme como un medio para que otras voces surjan de la mía a través de la empatía; por esto, gran parte del contenido es creado en el preciso momento en que siento rabia o indignación por alguna situación que nos aqueja a las personas sexodisidentes. Esto hace que nuestras intenciones se mantengan fieles a nuestros sentires. Es un proceso que mezcla una voz artística individual, pero empática con voces comunitarias que nos mueven.
Guayaqueer participa en determinadas coyunturas sociales y políticas como los asesinatos de Javier Viteri y Yuri Orobio, el recorte del presupuesto a la educación pública, el Paro Nacional de octubre 2019, las fechas cívicas o conmemorativas. En ese sentido, podría decirse que se desarrolla estrategias propias del media activism. ¿Cómo se entrelazan el arte y la comunicación en el proyecto?
Vivimos en un país donde los grandes medios de comunicación no hablan sobre lo que nos sucede, por eso Guayaqueer ve la comunicación como algo esencial en su plataforma. Las muertes de personas sexodisidentes, mujeres, personas racializadas y empobrecidas, de todos los grupos sociales históricamente marginados, han sido normalizadas en esta sociedad patriarcal que prefiere el capital a lo humano y, en consecuencia, nuestro sufrimiento queda invisibilizado. Si nosotrxs no hablamos de lo que nos sucede, nadie lo hará.
Sabemos que las razones por las cuales asesinaron a Yuri Orobio están conectadas con el asesinato de Javier Viteri. La misoginia, el racismo y la homofobia se alimentan de un odio hacia el otro, de ver al otro como menos humano. Audre Lorde decía que estos males provienen de la misma raíz: la imposibilidad de reconocer el concepto de diferencia en cuanto fuerza humana dinámica.
Durante la historia, se ha evidenciado cómo el movimiento por los derechos LGBTIQ+ se ha enfocado en esa letra G de los gays, los hombres gays blancos con poder adquisitivo, dejando en el olvido y en la pobreza a quienes pusieron la vida misma para nuestra liberación, como dijo Sylvia Rivera furiosa en su conocido discurso ‘Y’all better quiet down’ de 1973 porque no querían dejarla hablar. Hemos visto cómo se ha hecho un esfuerzo consciente por esconder a mujeres trans, trabajadoras sexuales, personas racializadas fuera de estas luchas para apelar a políticas de respetabilidad que sacrifican los derechos de unxs por supuestas conquistas de otrxs. Guayaqueer rechaza este tipo de “activismo” y por eso se enuncia siempre desde la interseccionalidad. Reclamamos nuestros derechos no apelando a la asimilación sino la diferencia consciente.
El 29 de mayo Guayaqueer compartió una publicación titulada #CancelenALaMichy, en la que se cuestiona un show de stand up protagonizado el personaje de “La Michy” interpretada por Víctor Arauz. Ustedes se refieren al daño social provocado por este personaje, así como por “La Melo” (interpretada por David Reinoso), a través de representaciones televisivas que fomentan una visión distorsionada de la homosexualidad, y que dan lugar a formas de acoso basadas en frases utilizadas en la comedia. La publicación de Guayaqueer finaliza con un mensaje claro: “Estos personajes no deberían existir”.
Entre las varias posturas que surgieron frente al tema en la esfera pública (ver análisis del actor Diego Ulloa y reacciones), se observa una tensión entre el derecho a la libertad de expresión y los derechos de las personas LGBTIQ+, particularmente el derecho a una vida sin discriminación ni violencia. Desde su perspectiva, ¿qué discursos sobre las personas y comunidades LGBTIQ+ se construyen en estos shows? ¿Consideran que existe un conflicto de representación? ¿Cuál es su posición con respecto a la censura?
Antes que nada, para nosotrxs fue esencial volver a revisar el contexto donde vivimos: Ecuador, un país en donde se despenalizó la homosexualidad en 1997; donde las mujeres trans y otras personas de género no conforme luchaban contra la represión policial hasta ese momento; donde todavía es muy difícil para niñxs y adolescentes LGBTIQ+ hablar sobre sus identidades; donde las personas trans siguen sin poder acceder a trabajos dignos; donde jamás han dejado de existir clínicas de deshomosexualización (de tortura, realmente); donde las personas sexodisidentes aun podemos perder nuestros trabajos o acceso a viviendas si somos abiertxs respecto a nuestras identidades. Existen estadísticas, noticias, y artículos al respecto.
Hicimos una revisión de nuestro contexto para entender que, con todo lo antes mencionado, nació Ni En Vivo Ni En Directo a finales de los noventa, y posteriormente Vivos a inicios del siglo XXI. Rápidamente se convirtieron en programas de entretenimiento por excelencia de las familias ecuatorianas. En ellos había un repertorio de personajes que funcionaron como caricaturas de grupos históricamente marginados y, mientras los años pasaban, caricaturas como la de Michy y Melo se volvieron el referente de los hombres homosexuales en el Ecuador: indefensos, fáciles de engañar, sin vida política, de género incierto, lascivos, deseosos de los hombres heterosexuales para “convertirlos”, y misóginos al sentir envidia de las mujeres por ser el objeto de deseo de otros hombres. La dinámica de los segmentos donde aparecían la Melo y la Michy era siempre la misma, ellos jamás crecieron, jamás les dieron la oportunidad de enfrentar los prejuicios y alzar la voz ante la injusticia. Si intentaron hacerlo, no fue suficiente y siempre se dio a través de la burla.
Ubicándonos en el presente, al saber que se iba a estrenar Michy en cuarentena, llevamos a cabo ejercicios de memoria: recordamos cómo estos personajes representaron burlas hacia nosotrxs y hacia otras personas homosexuales, afeminadas, o hacia jóvenes que todavía no asumían su identidad de género completamente. Ser LGBTIQ+ es también aprender a vivir con los insultos, hacerlos tuyos de cierta manera y cargarlos contigo como una maleta. Esto sirvió para hacer las ilustraciones basadas en experiencias personales.
Estábamos sumamente indignadxs porque en el 2019 junto a la colectiva Maricas Unidas nos reunimos y hablamos con Víctor Aráuz cuando reclamamos por el estreno de Michy y Melo 2: más activas… perdón, más activistas. Luego de ver la obra en el Teatro Fedenador, pudimos darnos cuenta de que nada había cambiado, a pesar de que él se había comprometido a modificar ciertas cosas.
Esta última vez en 2020, activistas amigas que han estado dentro de la batalla contra la burla y los discursos de odio en los medios de comunicación (desde hace más de 10 años) nos brindaron un panorama de lo que hicieron. No se logró mucho con las campañas de sensibilización, pero sí con acciones de protección directas, solicitadas a los organismos encargados de regular los medios.
Tal vez no sería tan importante para nosotrxs hablar de esto si en los medios locales existiera todo un repertorio diverso de personajes LGBTIQ+, pero este no es el caso. La sociedad ecuatoriana todavía no entiende que la parodia del débil no es cómica, que el humor debe apuntar hacia arriba, hacia el poder, para desmitificarlo. No es lo mismo usar el arma poderosa del humor contra el opresor que contra el oprimido.
Con respecto a la censura, nuestra posición va más allá. Se trata de intolerancia ante la intolerancia. Este es un caso en el que dos derechos se enfrentan: el derecho a la libertad de expresión, que no es un derecho absoluto, y el derecho a vivir en paz, que sí lo es.
Rechazamos enfáticamente la acción de cierto grupo de activistas, quienes por sensacionalismo y falta de información se tomaron fotos y le entregaron incluso una placa a David Reinoso por “comprometerse y capacitarse en temas GLBTI” a nombre de nuestra comunidad. Contrario a esto, durante la protesta virtual por el show de “La Michy”, Reinoso arremetió contra nuestro amigo Gaspar Voelcker diciéndole insultos homofóbicos en Instagram.
No estamos a favor de la censura, pero ya no estamos dispuestxs a negociar nuestro respeto ni a aceptar más migajas.
Por la crisis sanitaria del Covid-19, en el 2020 no se pudo organizar la marcha del Mes del Orgullo LGBTIQ+ en la avenida Nueve de Octubre de Guayaquil. En años anteriores, este evento ha sido rechazado por grupos conservadores y organizaciones provida; inclusive, la administración municipal ha cerrado el acceso al Malecón 2000 durante el desfile. Ante las restricciones de “la nueva normalidad”, Guayaqueer y Maricas Unidas convocaron a una acción sonora en las calles del centro de Guayaquil el día viernes 26 de junio. El concepto de la iniciativa lleva a pensar en el derecho a la ciudad y el espacio público.
Desde hace casi dos décadas, el arte contemporáneo local ha interpelado el proyecto de la “Regeneración Urbana” implementado en Guayaquil. En ensayos de Rodolfo Kronfle (2006) y X. Andrade (2009) se analizan obras que cuestionan la creación de una imagen fundamentalmente turística de la ciudad, la privatización de lugares como el Malecón 2000, la higienización social, el blanqueamiento racial, la restricción de la libertad de transitar en el espacio público, la imposición de unas “buenas costumbres” de índole cristiana y conservadora a la ciudadanía… A través de estas prácticas artísticas aparecen las fisuras del “modelo exitoso” de ciudad promovido por la administración socialcristiana desde los años noventa.
¿De qué manera el arte puede contribuir al acceso y participación del espacio público de Guayaquil en la actualidad?
No podemos conformarnos con las migajas de acceso al espacio público que nos dan. El Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) y Guayarte no son suficientes porque emergen o son apoyados por políticos que han institucionalizado la eliminación del espacio público. Sabemos que cualquier espacio otorgado a lxs artistas dentro de sus iniciativas es un mero adorno, un facelift para sus partidos políticos de derecha. Iniciativas culturales realmente críticas y disidentes jamás serán apoyadas en estos espacios. Por eso es nuestra obligación como artistas seguir imaginando nuevas formas de ocupar lo público, las calles, los museos, los parques, etc. El voguing político de la Jota de Los Milagros en las calles y plazas del centro de Guayaquil es un claro ejemplo de cómo una forma de ocupar el espacio público a través de corporalidades sexodisidentes es una práctica potente y reivindicativa en una ciudad que ha establecido estrictas normas de asimilación.
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Mensaje A La Nación [ver artículo en La Periódica], fue una respuesta a la hostilidad de esta ciudad y a los no-espacios públicos. Sabemos que nuestras voces les incomodan y que si nos hubiéramos plantado con un parlante frente a la Gobernación, nos hubieran enviado a “los metropolitanos” [policías municipales]. Por eso sacamos los parlantes desde nuestras ventanas y balcones, pensando en opciones para existir y ser escuchados a pesar de su intento de silenciarnos.
En definitiva, Guayaqueer como plataforma también propone ser un punto de contraposición, el alter ego marica de una ciudad donde las sexodisidencias no han podido existir en paz. Un espacio virtual donde la alteridad puede resistir y hacerle frente al espacio público físico.
Finalmente, quisiéramos decir que ya es hora de que lxs artistas se unan a las luchas sociales. No es aceptable decir “esto no me afecta a mí”. Tenemos que estar conscientes de que si en una sociedad hay una sola persona oprimida, todxs seguiremos oprimidxs.