En Paralaje culminamos el año con una entrevista colectiva sobre aquellos temas y problemas que fueron clave en el 2017, y que nos permitirán continuar con nuevas reflexiones en el 2018. En este posteo participa Ana Rosa Valdez, curadora y crítica de arte, directora editorial de Paralaje.xyz.
¿Cuáles fueron los temas y problemas claves en materia artística y cultural en el Ecuador en el 2017?
El nombramiento de Raúl Pérez Torres como Ministro de Cultura dejó claro el desinterés del Presidente Lenin Moreno en el sector cultural. Esto se vuelve evidente si consideramos que la Casa de la Cultura Ecuatoriana, dirigida por el escritor quiteño durante varios años, encarna todo aquello que no queremos: clientelismo, eventismo, manejos irregulares de los recursos y falta de visión. Los intereses electorales de AP, una vez más, se inclinaron a favor de las cuotas políticas en lugar de atender las demandas de cultura que artistas y gestores han venido exigiendo a lo largo y ancho de la “década ganada”.
Sin sorpresa, pero con espanto, asistimos a la debacle de los repositorios de la memoria, tema que abordé en un editorial para El Universo a inicios de año. El Museo Nacional continúa cerrado —habrá que ver si vuelve a abrir en mayo de 2018 como se informó recientemente—. El Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC) de Guayaquil revela los signos de una destrucción progresiva que se intensificó luego de que la institución pasara del Banco Central del Ecuador al Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCYP) en el 2010. Ahora el museo lleva meses sin climatización. El Archivo Histórico de Guayaquil alberga, además de un importante patrimonio de la ciudad, bacterias dañinas en libros y documentos invaluables por falta de un mantenimiento adecuado. La lista de problemas puede derivar hacia una pregunta clave: ¿qué pasó con la celebrada Ley Orgánica de Cultura? ¿se cumple actualmente su Reglamento? ¿qué normativas técnicas se han creado para implementarlo? ¿qué interés tiene el MCYP en la participación real de los actores culturales en ese proceso?
Muchos gestores han intentado dialogar con esa institución sin obtener resultados. Por ejemplo, el Museo Universitario de la Universidad Central del Ecuador (MUCE) entregó insumos para el Reglamento que, al parecer, fueron archivados por el exministro Raúl Vallejo y el exviceministro Juan Martín Cueva, sin dar ninguna explicación. A mediados de año el MCYP, en un eterno soliloquio, convocó a un Diálogo Social Nacional de la Cultura que se convirtió en el hazmerreír del sector por su elevadísimo nivel de demagogia. ¿Algún trabajador de la cultura espera algo del Gobierno actual que no sea los Fondos Concursables? ¿A alguien le interesa exigir derechos, infraestructuras, presupuestos? ¿Alguien confía en el ministerio?
La política pública en cultura se ha vuelto un acto de fe religiosa: las autoridades nos ruegan que creamos en ella a pesar de que sólo la conocemos por sus informes de gestión y rendiciones de cuenta; nunca la hemos vivido plenamente. A pesar de esto, múltiples iniciativas culturales sobreviven por el compromiso, la creatividad y los afectos que se despliegan mediante la agencia individual o colectiva que acontece en el espacio público. En ellas reside el sentido del arte.
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¿Qué propuestas artísticas y culturales abrieron nuevas rutas creativas y críticas en las escenas locales?
A varios eventos y exposiciones no pude asistir, pero considero que el 2017 fue un buen año para el arte local. Las II Jornadas de Historia del Arte y la Arquitectura organizadas por la Universidad de Cuenca contribuyeron a la reflexión sobre la modernidad en el Ecuador, un tema que cuenta con escasas miradas contemporáneas. Las investigaciones presentadas fueron profundas y rigurosas, algo excepcional en el medio local, lo cual evidencia el ojo crítico de Alexandra Kennedy, historiadora del arte que dirigió el evento. La Revista Index de la carrera de artes visuales de la PUCE, editada por el artista y docente Gonzalo Vargas, también realizó aportes en ese sentido. Se publicó una edición sobre historicidades del arte en América Latina y otra, más reciente, sobre curaduría.
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Un importante esfuerzo para pensar la historia del arte ecuatoriano provino de la galería de Ileana Viteri, en la exposición “Legados”, realizada por el décimo aniversario del espacio cultural. La muestra proponía un breve, pero potente, recorrido por el arte moderno a través de la obra de grandes exponentes: Araceli Gilbert, Manuel Rendón Seminario, Jan Schreuder, Lloyd Wulf, Enrique Tábara, Estuardo Maldonado, Aníbal Villacís, Oswaldo Viteri y Ramiro Jácome. Muchos de estos nombres son desconocidos para los artistas jóvenes, lo cual influyó en la realización de esta iniciativa. En el texto de la misma se encontraba una referencia a la institucionalidad cultural y el imperativo de conocer nuestros antecedentes:
En estos diez años, además de reconocer por parte de la Galería, la necesidad de la institucionalidad para el apoyo y la continuidad de proyectos de gestión cultural, se vuelve más evidente que los jóvenes artistas sin referentes propios, hacen carreras cortas, de gran velocidad pero de muy poca resistencia. Que si hay alguna característica común a los grandes artistas contemporáneos, es saber de dónde vienen y cómo se plantean sus rupturas y continuidades, reconociendo que el arte no se “inventa” cuando aparecen los nuevos medios y los curadores.
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Exposición “Legados” de la Galería de Ileana Viteri. De izquierda a derecha obras de Enrique Tábara, Lloyd Wulf, Jan Schreuder y Oswaldo Viteri. Fotografía: Ana Rosa Valdez.
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Exposición “Legados” de la Galería de Ileana Viteri. Fotografía: Ana Rosa Valdez.
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Exposición “Legados” de a Galería de Ileana Viteri. Panel izquierdo: obras de Jan Schreuder, Oswaldo Viteri, Estuardo Maldonado. Centro: Araceli Gilbert. Panel derecho: Estuardo Maldonado, Oswaldo Viteri y Araceli Gilbert.
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La exposición “Legados” ocurrió un mes después de la reapertura del Museo de Arte Moderno de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito, que no trajo consigo ninguna perspectiva renovada de la colección, ninguna reflexión contemporánea sobre nuestra modernidad artística, peor aún sobre los dispositivos museográficos. Aunque en la capital volvemos a tener la posibilidad de acceder a una colección pública de arte moderno, este museo, lastimosamente, aparece como una entidad anacrónica en un momento caracterizado por diversos debates sobre museología en el país. Un caso distinto, y muy loable, es el del Museo de Arte Precolombino Casa del Alabado, institución privada que ha apostado por el diálogo entre su colección arqueológica y el arte contemporáneo mediante el proyecto “Zarigüeya/Alabado Contemporáneo”.
Las exposiciones del Centro Cultural Metropolitano de Quito (CCM), “Espíritu de red”, “La intimidad es política” y “Desmarcados. Indigenismos, arte y política (1917-2017)” representan propuestas de contenido crítico, histórico y político para entender la conformación de colecciones en el Ecuador, los diálogos entre arte y feminismo, y las distintas voces que conformaron el movimiento indigenista en el Ecuador, respectivamente. Las considero importantes esfuerzos investigativos, que confieren a la práctica curatorial una densidad necesaria frente a lo light, cool y trendy que impera en el medio artístico actual. Lo propio debo decir que la exposición “Voces y bullas de la Central” que fue el resultado de una pesquisa profunda por parte del equipo del Museo Universitario MUCE.
Milagroso Altar Blasfemo del colectivo Mujeres Creando, en la exposición “La intimidad es política” del Centro Cultural Metropolitano de Quito. Esta obra fue censurada por el gobierno local, y condenada por la Iglesia Católica, pero, posteriormente, por gestiones del CCM, fue abierta al público bajo mediación especial.
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El espacio Arte Actual de FLACSO continuó con una programación sostenida durante este año, de la cual resalto la exposición “Cuerpos que se miran. Nuevas representaciones de la discapacidad”, curada por Paulina León y Karina Marín. La muestra presentó nuevas narrativas sobre esos otros cuerpos que usualmente atrapamos en convenciones representativas, y permitió cuestionarnos por nuestros propios imaginarios de la discapacidad.
En la programación del Centro de Arte Contemporáneo de Quito cabe resaltar la muestra de video arte “In search of global poetry”, la exposición “Soy paisaje”, realizada en el marco del mes del orgullo LGBTIQ+, y la gestión para la continuidad del Premio Brasil de arte emergente. “En mis quince años”, muestra que celebra los 15 años del encuentro de arte Al Zurich —inaugurada en el mes de diciembre—, resulta muy divertida y permite preguntarse por la ambivalencia del discurso marginal del arte. Tranvía Cero, colectivo que gestiona esta iniciativa, se ha posicionado en el medio local a través de un discurso binario —arte mainstream versus arte underground— que, cual “debutantes”, reproducen en la muestra de manera muy contradictoria: ¿No ha sido lo “alternativo”, lo “contracultural” y lo “marginal” precisamente lo más auspiciado por el Gobierno en los últimos años? Pero, más allá de esta observación, que espero ampliar en un diálogo posterior, la muestra es un must de temporada.
A los espacios culturales privados e independientes como DPM, No Lugar, Más Arte, Casa Uvilla, Panorámica y Salida de Emergencia, se sumó Violenta en Guayaquil. Estas iniciativas han persistido con o sin apoyo estatal o comercial, pero otras tuvieron que cerrar, como El Pobre Diablo y No Mínimo, lo cual evidencia que seguir apostando por la cultura es un gran desafío en este país.
El diálogo entre arte y activismo se vio nutrido por propuestas como las de Espacio Muégano, la Marcha de las Putas, la Casa de la Cultura Rebelde, Guayaqueer City, entre otras, promovieron importantes reflexiones sobre arte, estéticas y género que vienen bien frente a la oleada de violencia promovida por grupos reaccionarios a nivel local.
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Obra de Lisa Bufano en la exposición “Cuerpos que se miran” de Arte Actual FLACSO.
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Afiche de la exposición “En mis quince años” de Al Zurich en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito.
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“Activando”, ciclo de eventos sobre arte, pensamiento y otras acciones para politizar la violencia de género, organizado por Espacio Muégano junto a Festina Lente y Fundación Mujer & Mujer.–
Ilustración de Guayaqueer City (tomada de su fanpage de Facebook)
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¿Cuál es el estado actual de la institucionalidad cultural en el país?
¿Existe institucionalidad cultural en el Ecuador hoy? Si las instituciones culturales constituyen criterios, enfoques y formas de trabajo que se sostienen en el tiempo, y cuentan con presupuestos más o menos invariables y leyes que cobran vida en la cotidianidad, en el país no las tenemos. Cuando pienso en la mayoría de museos y centros culturales, encuentro escasos indicios de institucionalidad; constato, más bien, esfuerzos que, en el mejor de los casos, logran una buena programación. Pero una programación de exposiciones, actividades educativas o eventos, por más excepcional que sea, no es suficiente para hacer una institución. Por esto dependemos tanto de los funcionarios de turno en el sector público.
La clase gobernante en el Ecuador no entiende que las instituciones nacen por voluntades políticas, pero se construyen técnicamente mediante conocimientos especializados, y se sostienen a través de las comunidades y públicos, aunque éstos sean mínimos. Que el MAAC en Guayaquil o el Museo Pumapungo en Cuenca reciban a un buen número de visitantes a mí no me dice nada. Lo que necesitamos son experiencias significativas, nuevos entendimientos del arte. De esto no dan cuenta las cifras.
Otro gran problema es la falta de sanciones a los funcionarios públicos que han desaparecido archivos y documentos históricos importantes. De esto nadie habla, porque la apatía es desmesurada. Un ejemplo de ello es el archivo de la Subsecretaría de Artes y Creatividad, creado por el equipo de Mayra Estévez en el 2012. Cuando entré a trabajar a ese mismo lugar en el 2015, de ese intento mnemotécnico no quedaba nada.
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¿Qué preocupaciones nos llevamos al 2018 en nuestro trabajo cultural? ¿Qué necesitamos mejorar como escena artística?
Hace un año discutía con Rodolfo Kronfle sobre la Ley de Cultura. Yo creía que, al crearse un marco legal para la actividad cultural, sería más fácil lidiar contra las adversidades propias del campo. Sin embargo, ahora coincido con él en que necesitamos una Ley de Mecenazgo que permita lograr lo que el Ministerio de Cultura jamás pudo ni en sus mejores sueños: empoderar a la ciudadanía de las condiciones necesarias para que el arte y la cultura desplieguen nuevas economías lejos del paternalismo del Estado.
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Diseño de portada: Oswaldo Terreros
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guau…muy sorprendido….
éxitos