En esta entrevista la artista ecuatoriana Manuela Ribadeneira conversa con Rodolfo Kronfle, curador de la muestra LARA 2016, sobre su trabajo en la exposición.
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Rodolfo Kronfle Chambers: Hace muchos años que no volvías a Galápagos, ¿cómo se contrastó el recuerdo que tenías de las Islas con el lugar que re-conociste ahora?
Manuela Ribadeneira: Son cerca de veinte y cinco años que no había regresado a las Galápagos. Sin duda el cambio mas grande es que las islas están menos aisladas. La facilidad de comunicación también llegó a las Galápagos y eso se siente con fuerza. ¿Bueno o malo? No sé.
El cambio visible más obvio, bastante triste y angustioso, es el incremento impresionante de gente en las islas, tanto de población fija como de visitantes por día. Era difícil llegar a las islas, ahora hay seis vuelos diarios.
Visité las islas dos veces antes de este viaje. La primera cuando era adolecente, desde un barco de turismo. La segunda, estuve tres días en Puerto Ayora cuando se comenzaba a desarrollar el turismo de tierra. Puerto Ayora era un pueblo de calma y de refugio. Los humanos parecían ser una minoría, migrantes todos porque no hay población aborigen en las Islas, pero la población era muy cercana y arraigada al lugar. Hoy Puerto Ayora es cualquier pequeña ciudad de la costa del Ecuador con todos los problemas de infraestructura propios de un crecimiento apurado, sin planificación ni control, y con una aparente falta de conciencia del entorno. Todos los daños del turismo masivo y del llamado progreso están presentes. La presión sobre los recursos es obvia. El problema de agua, de manejo de deshechos son perceptibles con una sola mirada.
Puerto Ayora hoy está lleno de esperpentos arquitectónicos no aptos para el lugar, imposiciones horrendas que se encuentran en todo el Ecuador.
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Me impresionó la cantidad de migrantes recientes, muchos de ellos llegados de las alturas andinas que viven como poblaciones aisladas, rechazadas y lejanas al mar. Me sorprendió también, sin sorprenderme, ya que es una especie altamente invasora, la presencia del verde flex (partido de gobierno) contaminándolo todo. Hace veinte y cinco años en Puerto Ayora estuve en las Galápagos, esta vez estuve en el Ecuador.
Es demasiado fácil resaltar los problemas obvios, los daños ocurridos a lo largo del tiempo, las decisiones erradas o la falta de decisión. Es difícil entender la magnitud de los retos y reconocer los aciertos a lo largo de los años. Alguno de nuestros guías recalcó que solamente el 3% del archipiélago está habitado y que no se puede juzgar al 97% restante mirando solamente ese pequeño porcentaje lleno de humanos, pero la WWF ha declarado a las Islas Galápagos en situación crítica.
Una de las cosas que me sorprende de las islas es que me parece un lugar imposible de conocer y de entender. Pues es un conjunto de islas reales y metafóricas, una infinidad de lugares extendidos en el espacio y en el tiempo. Son islas superpuestas y consecutivas, visibles e invisibles, movibles y estáticas a la vez. Ciertamente son inasibles y esquivas, o como diría Herman Melville: encantadas.
A pesar de ser tan crítica de Puerto Ayora. Mi experiencia ahí fue maravillosa y a pesar de todo lo criticable, es un lugar único, increíble y memorable.
RK: Cuéntame qué tipo de impresiones fueron las que encontraron mayor sintonía con los intereses particulares que vienes manejando en tu trabajo, o si tal vez el tiempo de residencia te permitió añadir o vislumbrar conscientemente capas de sentido adicionales en este.
MR: Trabajo en varias líneas conductoras que encontraron ecos en lo que vi en las Islas. Quizás uno de los temas más presentes es el uso y abuso del poder. Las Galápagos, por su lejanía y por su falta de claridad histórica-jurídica, ha sido tierra fértil para varios tipos de tiranos, violencia y castigo. La historia de los humanos en las islas es brutal y extrema.
El exilio como decisión personal o como castigo impuesto está muy presente. Los griegos pensaban que el exilio era un castigo peor que la muerte, y algo de eso se percibe en ciertas historias en las Galápagos.
Llegué también con algo que me preocupa y ocupa: en el mundo de hoy nada parecería marchar como debe marchar, lo que antes era predecible ya no lo es. Todo está patas arriba. Siento que es un mundo polarizado, sin matices. Las posiciones y soluciones medias parecen ya no ser posibles. Estás dentro o fuera, eres amigo o enemigo, estas conmigo o sin mí. Las Galápagos y su historia son un lugar de extremos y el mundo animal es uno de vida o muerte. Es un mundo de equilibrios precarios, dónde es posible imaginarse la idea de un fin y del fin del mundo como lo conocemos hoy.
Siendo ecuatoriana es imposible no pensar en temas de identidad en relación a las Galápagos. He trabajado sobre el hecho de que el nombre del país viene de la línea ecuatorial y la entendemos como ‘nuestra’. De las Islas Galápagos hablamos con orgullo como si fueran producto de nuestro trabajo. Los discursos
identitarios ‘galapaguensis’ nos han acompañado a todos los ecuatorianos en discursos oficiales, programas nacionales de educación y guías de turismo ‘made in Ecuador’. Hoy, con los discursos nacionalistas exacerbados, este orgullo mal ubicado ruge con fuerza.
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RK: Las obras que produjiste como resultado de la residencia surgen de un proceso que, como en buena parte de tu trabajo, parte de un careo bibliográfico alrededor del tema que te ocupa (en este caso las Galápagos) donde procuras descubrir alguna anécdota o historia que contenga sintonías de doble vía: por un lado cómo aquello puede tocarte desde una perspectiva existencial -hasta cierto punto que veladamente ponga un acento en lo íntimo-, y por otro cómo puede a la vez puede metaforizar una situación política actual macro que también modula lo primero. Encuentro interesante cómo todas estas capas se incorporan a tus piezas que suelen tener una forma sensible muy elegante y un afán poético muy discreto pero perceptible. Cuéntame de las obras para LARA y pensamiento que las ilumina.
MR: En mis lecturas me interesaron especialmente dos libros: Galápagos: the Enchanted Islands through writers’ eyes (1985) de John Hickman, una colección de historias y anécdotas reales y ficticias de los humanos en las Galápagos, y Las Encantadas (1854) de Herman Melville, quien visitó las islas en 1841.
Cuentan los textos históricos sobre las Galápagos, el cómo piratas, bucaneros y refugiados llegaban a las islas, recogían tortugas y las embarcaban en los barcos como fuente de alimento fresco. Más adelante los científicos recogían cantidades de tortugas, no como alimento (aunque se comieron también algunas), pero como especies de estudio o trofeos para llevar a Europa o a los Estados Unidos. Las tortugas de Galápagos tienen la capacidad de mantenerse vivas, sin agua ni alimento, durante largos meses.
Para la travesía en los barcos almacenaban la mayor cantidad de tortugas patas arriba, incapacitadas e inmóviles pero vivas, para comérselas una a una durante el viaje. Viajaban apiladas una encima de otra como envases Tetra Pak. Es este acto brutal lo que me interesa. El poner a un ser vivo en la posición más vulnerable posible, dejándole sin ninguna capacidad de acción, movimiento o defensa.
Creo que este acto terrible de poder se da y repite en la historia. Es la manera como funcionan individuos o estados tiranos. Inmovilizan, paralizan, desactivan. Es una condena a un lugar donde lo posible ya no es imaginable. Me sorprende que en la exhibición es frecuente que los visitantes pongan ‘al derecho’ a las tortugas patas arriba. ¿Esperanza, rebelión o simplemente un deseo de enderezar las cosas? No sé.
Melville en Las Encantadas habla del lado claro y del lado oscuro de las tortugas, y como al dar la vuelta al animal el lado claro queda sin protección y el caparazón oscuro contra la tierra. Describe el sonido que hace una tortuga que choca contra el mástil en intentos infructuosos por revesar su destino. Melville y el capitán se comen la tortuga.
El título de la segunda pieza “esto está patas arriba como tortuga dada la vuelta” viene no solamente de una sensación mía sino que recordé que un chófer de lancha-taxi en Santa Cruz describía así alguna cosa en su vida. Esta pieza es una tortuga de bronce pequeña. Del caparazón sale una punta que está clavada en un bloque de madera.
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La tercera pieza, “No recojas a este hombre” está hecha de cuatro gobos (plantilla metálica que se pone dentro de luces de teatro) que forman una frase que dice “no recojas a este hombre porque es veinte veces un criminal”. Hay también una bandera de náufrago (palo y tela). Este pieza parte de un episodio histórico que cuenta Hickman en su libro: Un personaje llamado Manuel J. Cobos, en la segunda mitad del siglo 19, fundó en San Cristóbal la hacienda “El Progreso”. Plantó caña de azúcar y creó un pequeño puerto. Parecía que la hacienda estaba a la altura de su nombre, pero Cobos, libre de todo control y autoridad debido a la distancia y debilidad administrativa del Ecuador, impone su ley y se vuelve un tirano. Los trabajadores que protestaban eran abandonados en islas apartadas sin agua ni comida. Uno de estos hombres fue rescatado tres años después. Su tragedia y sin duda de otros más, es que hubiese podido ser rescatado mucho antes pero Cobos puso letreros, visibles para los barcos pero inaccesibles para los castigados, que decía en inglés y español: “No recojas a este hombre porque es veinte veces un criminal”.
Los ecos contemporáneos locales son varios. El tirano, el castigo, el miedo. El tildar a alguien de criminal por protestar. Esta frase me llevó también a pensar en las políticas y respuestas a los temas migratorios en Europa. Náufragos no rescatados y advertencias de su supuesta criminalidad.
Melville en Las Encantadas no describe este hecho exacto pero habla de un personaje que comienza siendo un revolucionario y se convierte en el Rey Perro. Funda una colonia de presos y exilados y rápidamente pasa de revolucionario a cacique tirano que impone su ley y castiga a sus detractores. Melville termina su libro contando cuentos de náufragos.
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Crédito fotos: Rodolfo Kronfle Chambers
® Asiaciti Trust LARA Project LLP
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