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Memorias sobre el Museo Nacional contadas en clave kafkiana

Por Susan Rocha

¿Se imaginan estar dentro de una sala de espera rodeada de vigilantes, sintiendo impotencia y angustia frente a un lento juicio que se alarga eternamente? A veces pienso que quienes esperamos la reapertura del Museo Nacional nos asemejamos a los personajes de El Proceso de Franz Kafka, sumergidos en una absurda pesadilla.

¿Bajo qué figura podemos imaginar a un Estado que somete a espera burocrática a los profesionales de la cultura, la memoria, el patrimonio y la gestión? ¿Como comprende este Estado a la cultura? Seguramente Kafka afirmaría que la racionalidad administrativa o la coyuntura política han primado sobre los procesos culturales, la museología, los enfoques académicos y los derechos culturales de la ciudadanía. Y es que el largo tiempo del “replanteamiento” del Museo Nacional bien podría haber inspirado otro cuento a este autor.

Esta es una historia que voy a contar en clave kafkiana desde mi propia experiencia laboral. He trabajado en varios museos y centros culturales, entre los cuales se encuentra el del Banco Central del Ecuador (BCE). He realizado investigaciones, publicaciones, curadurías, y ahora soy docente y directora de un museo universitario, editora de Paralaje.xyz y usuaria de experiencias culturales. Por ello, parte de este relato se basa en mis memorias, que son subjetivas y se activan desde el presente.

Para mí es muy difícil establecer la fecha en la cual el museo ecuatoriano entró en crisis. De hecho, la crisis parece una latencia, un fantasma y una condición de su existencia, al punto de estar presente desde 1838, cuando Vicente Rocafuerte fundó el Museo de Pintura con el propósito de que éste contuviese arte colonial[1]. Este espacio tuvo constantes cambios de ubicación y de nombre (Museo único, Museo colonial, Museo nacional, etc.) bajo un deseo estatal de refundarlo durante diferentes momentos de su historia. Al parecer, esta lógica pervivió durante el siglo XX, e incluso en el siglo XXI, si consideramos la prolongada espera que ha significado su reapertura —el Museo Nacional lleva cerrado desde el año 2015, cuando desde el Ministerio de Cultura y Patrimonio se decidió proceder con su reestructuración—. Para continuar esta historia voy a recordar cómo se gestionaron los museos desde las áreas culturales del BCE.

 

Fotografía de Archivo de Diario El Comercio

 

Del Museo Nacional del Banco Central al Proyecto Nuevo Museo

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En la década de 1960, el BCE aperturó una Dirección Cultural encargada de gestionar  museos, archivos, bibliotecas, un centro de investigación y cultura, una editorial y galerías en varias ciudades del país. El museo ubicado en el edificio de la institución en Quito se llamó Museo de Arte Moderno hasta finales de los 80s. Luego pasó a ocupar un espacio arrendado de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE) y cambió su nombre por Museo Nacional (MUNA).

Era evidente que el MUNA del BCE debía ser transformado: su nombre, montaje, cronología, exclusión y elitismo fueron cuestionados desde adentro de la entidad por Santiago Ontaneda, arqueólogo de la Institución, y otros compañeros. Así, en 2006, empezó el Proyecto Nuevo Museo liderado por Ontaneda con apoyo de Ana María Armijos, museóloga.

En esa misma época, se creó un Comité Técnico[2] para fortalecer a los museos que dependían de Quito (ubicados en Ibarra, Riobamba y Esmeraldas), con un grupo que valoraba las propuestas internas de programación y los productos culturales como guiones, cartillas educativas, textos publicables, etc., a partir de los criterios de calidad y coherencia conceptual.

A la vez, el equipo del Proyecto Nuevo Museo creó una nueva misión y visión, donde se superaba la supremacía del objeto que había dominado a la gestión del BCE y se daba cabida a una nueva perspectiva que consideraba al ser humano como la fuente y la finalidad de la labor cultural, como productor y receptor de cultura; al museo como un territorio que debía incluir a la Amazonía históricamente excluida, a los indígenas y afrodescendientes dentro del recorrido, para desestabilizar el relato del mestizaje como sinónimo de identidad nacional y tener un guión intercultural. También se habló de una lectura de género que cuestione la narrativa patriarcal.

El equipo y el Comité Técnico tenía claro que el nombre “Museo Nacional” resultaba inadecuado para denominar al proyecto desde esta nueva perspectiva. Se intentó formar una articulación con los archivos y las bibliotecas de la Institución y de convertirlo en un centro cultural con espacios diseñados adecuadamente para ello.

Para esto, se contrató consultorías de varios grupos integrados por un historiador, un historiador del arte y un antropólogo que trabajaron desde 2006[3]. También se buscó una edificación para el museo. Se pensó en construir sobre el terreno de la Av. Amazonas, actual Plataforma Financiera o en Rumipamba. También en usar los primeros pisos del edificio del BCE (10 de Agosto y Briseño) o arrendar la CCE. Los cambios continuos de autoridades[4] impidieron aplicar estas ideas, jugando así a la espera kafkiana. Queda claro que, si bien había una voluntad técnica para crear el Proyecto del Nuevo Museo, no existió una voluntad política que comprendiera la importancia de esta propuesta.

Los problemas más evidentes del MUNA del BCE que funcionaba entonces en las instalaciones de la CCE eran arquitectónicos[5], discursivos y de montaje[6].

Si se parte de que un museo es un criterio, es decir, si no es un espacio o un conjunto de colecciones, el discurso se convierte en la parte fundamental del mismo. En el caso del Museo del BCE, había cuatro formas de exhibir la historia en cuatro salas inconexas. Esto aconteció, seguramente porque en Quito había tres curadores para: a) arqueología, b) arte colonial, y c) arte y moderno y contemporáneo. Así, la colección del siglo XIX quedaba dividida arbitrariamente entre los dos últimos curadores.

La primera sala mostraba la diversidad geográfica y la arqueología ordenada en una cronología que iba desde el paleolítico o precerámico hasta el período incásico. En el medio, había una sala de oro ordenada por fechas.

Sala de Arqueología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador. Fotografía del Ministerio de Cultura y Patrimonio

El único diálogo entre salas se producía al finalizar el período arqueológico, antes de iniciar la colonia. El Sol atribuido a la Tolita -pieza que fue convertida en el símbolo del BCE- estaba frente a una cruz de oro incrustada de piedras preciosas. La curaduría transmitía una imagen de enfrentamiento entre dos culturas, dando así sustento al discurso sobre el mestizaje. Este discurso ha sido ampliamente discutido desde la década de los años noventa, por su incapacidad de reconocer los conflictos culturales que implicó la conquista y colonización de América. Curiosamente, en sala colonial no se incluía vestigios de las culturas indígenas o afrodescendientes, sino únicamente arte religioso católico, a pesar de que la reserva posee platería, mueblería, textiles y otros objetos.


Máscara de Oro, símbolo del logotipo del BCE. Imagen extraída de Pinterest

El siglo XIX se resumía en unos pocos documentos de viajeros, un mapa, algunos paisajes, pinturas academicistas, imágenes costumbristas y dos cuadros satíricos. Aquí el relato ya no tenía un orden cronológico, sino de acuerdo a temáticas artísticas.

El siglo XX tenía un orden cronológico que privilegiaba al indigenismo, al precolombinismo y la neofiguración. Esta sucesión se cortaba con algunas obras, por ejemplo, una de Gonzalo Endara Crow que fue incluida por pedido de los visitantes.

La selección de los colores correspondía a tres criterios diferentes. La sala arqueológica era negra y oscura, la colonial era roja y luminosa, el siglo XIX era verde y el siglo XX era de paredes blancas e iluminadas. Esto incitaba a concluir  que con la conquista llegó la luz, o que los indígenas se extinguieron en este momento y retornaron durante el indigenismo. No había expresiones afrodescendientes, femeninas y contraculturales en el recorrido.

Sala de Arqueología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador.

Sala de Arqueología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador.

Sala de Arte Colonial, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador.

Sala de Arte Colonial, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador.

En muchos aspectos las áreas culturales del BCE debían fortalecerse. Por ejemplo, la falta de políticas de auspicio devenía en la entrega discrecional de recursos, sin un criterio técnico. Había tres direcciones culturales ubicadas en Quito, Guayaquil y Cuenca, que se gestionaban en formas diferentes. Cada una tenía a su cargo museos, archivos y/o bibliotecas organizados de la siguiente forma: Loja dependía de Cuenca, Bahía de Caráquez, Santa Elena (Sumpa), Portoviejo y Manta de Guayaquil, mientras que Esmeraldas, Ibarra y Riobamba de Quito. Los salarios y las formas de contratación eran arbitrarios. Por ejemplo, solo Guayaquil tenía a compañeros tercerizados y un mismo cargo podía tener remuneraciones diferentes[7]. Esto no dependía de la formación, de los años de experiencia o de las evaluaciones, sino de un sistema de relaciones clientelares. Finalmente, nunca se unificaron los criterios de inventario, por ello, había tres formas muy diferentes de codificar los bienes culturales.

La fortaleza del BCE era el manejo de bienes culturales, pues primaba una lógica bancaria en la gestión cultural, había una política clara y manuales de ingreso de los bienes culturales en cuentas de orden, de recepción de donaciones, de préstamo, de aseguramiento y de traslado. También se contaba con un programa de registro, inventario y catalogación de bienes culturales llamado RBC, que había sido creado en Cuenca y se usaba en todo el país. Anualmente se realizaban auditorías a reservas elegidas a discreción por el BCE, para garantizar su salvaguarda.

También se decidió cambiar los guiones, el piso y el tumbado del MUNA, mientras se ejecutaba el Proyecto Nuevo Museo. Desde 2006 elaboré guiones para los siglos XIX y XX usando las colecciones de Quito, Guayaquil y Cuenca. Se hicieron las remodelaciones del espacio y para 2008 se debía montar esta exposición. Todo esto ocurrió mientras se creaba el Ministerio de Cultura (MC) y se planificaba el paso de las áreas culturales del BCE a la institución naciente.

Del Banco Central al Ministerio de Cultura

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Queda claro que muchas prácticas del BCE debían transformarse. Para muchos, la creación del MC era una oportunidad para acabar con las inequidades y las relaciones clientelares. También se podría fortalecer al sector con políticas públicas, con una Ley de Cultura que garantizara los derechos culturales de la ciudadanía, con apoyos estatales articulados a una política. Así, era una ocasión histórica para tener buenas prácticas.

Sin embargo, las intenciones del entonces Presidente Rafael Correa, desde que fue Ministro de Economía, de pasar todos los acervos culturales del BCE a la CCE, creaban una gran preocupación en muchos compañeros. Este sentimiento también era respaldado por la historia de la gestión del Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional y el Museo administrados por la CCE[8]. Visto así, la creación del Ministerio de Cultura podía ser comprendida como una amenaza más que como una oportunidad.

El nacimiento del MC creaba una sola certeza para el BCE: habría un traspaso de bienes culturales hacia esa Institución. Pero el ambiente era de incertidumbre, entre otras cosas, por la falta de información oficial.

Dentro del BCE había intereses diferentes. Un grupo deseaba realizar un traspaso técnico que garantizara condiciones de salvaguarda para los bienes culturales, que incluyera al RBC, un blindado (para traslado de obras) y un plan de mejora de las reservas y espacios culturales. Otro grupo expresaba el deseo de vender la renuncia o solicitar un aumento salarial. La posibilidad de reducción de personal generó otros roces entre contratados, tercerizados y empleados con nombramiento.

En 2007, se creó el Ministerio de Cultura en uno de los edificios del BCE con los funcionarios que habían formado la Secretaría de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. El poeta Antonio Preciado creó un ministerio holístico. La burocracia cultural aumentó, se entregaron auspicios sin una política pública y era evidente la carencia de un equipo técnico capaz de comprender la complejidad que implica el manejo de bienes culturales. Existían preocupaciones de que la flamante Institución padeciera de los mismos defectos que la CCE.

Ese mismo año, en el BCE se debatió sobre la necesidad de establecer qué entidad crearía política pública (MC) y qué entidades serían ejecutoras de la misma (BCE, CCE, GADs, etc.). Esta propuesta abría la posibilidad de supervivencia del BCE pero la idea no fue aceptada.

Antonio Preciado, Galo Mora y Ramiro Noriega dialogaron con el área cultural del BCE antes del traspaso sobre la forma en que se administraría el patrimonio y los pedidos de venta de renuncia. Se realizaron preguntas simples sobre cómo se había pensado integrar al BCE dentro del MC, qué protocolos de manejo de bienes culturales se iban a usar y otras. Estas interrogantes fueron contestadas parcialmente. Los tres fueron invitados a recorrer reservas, archivos, fondos bibliográficos antiguos y servicios culturales con la finalidad de que dimensionen in situ lo que implicaría el traslado. Estos recorridos, que fueron realizados por los funcionarios del BCE para agilizar el traspaso de las áreas culturales y la implementación del Proyecto Nuevo Museo, entraron a formar parte de la sala de espera kafkiana.

Entre 2007 y 2010 se contó con un presupuesto muy escaso para el área cultural del BCE, algunos programas se detuvieron, entre ellos el Proyecto Nuevo Museo y el remontaje de las salas de los siglos XIX y XX del MUNA. También el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo MAAC amaneció un día con trabajadores que le estaban cambiando el nombre a Centro Cultural Libertador Simón Bolívar[9]. Esta idea había sido anunciada en televisión, sin ser dialogada con el BCE. Así también los policías que custodiaban los museos y que apoyaban en la seguridad del patrimonio dejaron de ser parte del equipo de apoyo del BCE, sin un aviso previo. Este y otros indicios harían imaginar a un kafkiano que unas pocas personas tomaban decisiones inconsultas.

Foto de Archivo de Río Revuelto.

Foto de Archivo de Río Revuelto.

Foto de Archivo del Blog de Edison Mariotti

Foto de Archivo de la Convención Internacional de Zamoranos

Finalmente, el famoso día 30S de 2010 fue el último día de la Dirección Cultural del BCE, que coincidió con mi último día de trabajo en la Institución. Creo que el miedo puede sacar lo peor de las personas. Este proceso había desgastado varias relaciones humanas y fortalecido otras. Desde el 1 de octubre, la edificación, los bienes culturales y mis ex compañeros pasaron a ser parte del Ministerio de Cultura.

Se inició entonces una nueva etapa para los museos, que sería decisiva para ver si la creación del MC era una oportunidad de buenas prácticas o una amenaza para la gestión de los bienes culturales. Sin caer en respuestas binarias creo que es necesaria una investigación sobre lo acontecido que permita ver los matices de este traspaso, los resultados obtenidos, el estado actual de los museos y la programación del MC.

Del Proyecto Nuevo Museo al Museo Nacional del Ministerio de Cultura

Varias autoridades con diferentes visiones pasaron por el MC y se contrataron consultorías para la elaboración del guión del Museo Nacional. Parecía que no había continuidad en las agendas de los distintos ministros. Se crearon museos para el petróleo, los textiles, el cacao, etc., sin generar presupuestos suficientes para el mantenimiento y la programación de los museos que el MC heredó del BCE. Así, se robaron piezas arqueológicas de oro del museo de Riobamba[10], se inundó el Centro Cultural Libertador Simón Bolívar[11], se dañaron los aires acondicionados de ese mismo espacio, el Museo Nacional permaneció diez años con las dos últimas salas cerradas, no volvió a existir un comité técnico de apoyo a la gestión cultural, entre otras cosas.

A finales del año 2015 el MC decidió cerrar el Museo para propiciar su reestructuración, es decir, para repensar su modelo de gestión, el guión museológico, la propuesta educativa, etc. Se contrató a la Empresa Pública de la Escuela Politécnica Nacional EPN para elaborar los guiones y montar el tan ansiado museo. Iniciaron con el “Taller Estrategias en uso del Museo Nacional”. Un suceso público que contó con intervenciones nacionales y extranjeras, desarrolladas en febrero de ese año[12]. Como resultado se cuestionó el nombre de Museo Nacional y el relato lineal de la Historia con mayúscula que no da cabida a la memoria social[13].

Fotografía Diario El Telégrafo: Registro de Museos Iberoamericanos no incluyó al repositorio nacional aún cerrado

En 2015, se cerraron todas las salas del Museo Nacional para adecuar a la edificación que sería la sede de Hábitat III[14] en octubre de 2016. El museo, una vez transformado, debía montarse al concluir ese evento y ser inaugurado durante el primer trimestre de 2017[15]. Desde ese momento dejamos de tener noticias sobre este proceso hasta hace poco.

En junio de 2017 el MC adjudicó a una empresa la Implementación y Montaje del Museo Nacional. Entonces, la nueva fecha de su apertura sería diciembre de 2017. Luego, la actual Subsecretaría de Memoria Social afirmó en prensa que: “Los nuevos ejes [museológicos] serán: poder político y movimientos sociales; economía, comercio y oficios; lenguajes de creación y expresión; y arqueología de Ecuador” y el periodista agrega que “no definió una fecha para la apertura”[16].

La apertura del museo genera expectativa porque con la exposición abierta se podrá apreciar si las sugerencias dadas por los participantes del Taller Estrategias en Uso, realizado en 2016 han tenido la resonancia esperada, si se han considerado los múltiples y diversos aportes realizados en las consultorías previas (que deberían ser de acceso público pues fueron elaboradas con fondos públicos) y el trabajo realizado por los funcionarios desde tiempos del BCE. Algunos de estos aportes consisten en la necesaria articulación entre la historia del arte con la historia social y la historia cultural, con un diálogo intersubjetivo con la antropología, el género, la sociología y otras ciencias sociales y humanas, así como una propuesta educativa para todas las salas.

Con la reapertura del museo, quienes conformamos el campo cultural, los académicos, los usuarios y la ciudadanía en general podremos salir de la larga sala de espera kafkiana y ver materializado un espacio para la memoria. Mientras tanto, cabe preguntarse qué pasó con la infraestructura que el BCE poseía, cuál es el estado actual de las colecciones, en qué estado se encuentran los museos, cómo se gestionan los fondos antiguos y las bibliotecas, si se han eliminado las inequidades y si se ha fortalecido el sector.

Claramente, en esta larga narración pervive la idea de que, para el Estado, el museo es importante para educar, generar memoria social y apoyar en la construcción de identidades. Sin embargo, no lo es suficientemente como para recibir los recursos necesarios. Tal es así, que el Túnel de la Ciencia[17], un museo itinerante de Alemania, ocupa el espacio del museo en la actualidad, ocultando el hecho de que seguimos en la sala de espera.

Fotografía Diario Metro Ecuador

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El Ministerio de Cultura y Patrimonio no resolvió las falencias del Banco Central del Ecuador y tampoco heredó sus fortalezas. La percepción que tengo es que estructura heredada del BCE ha decaído —sin reemplazarla con otra—, los eventos han prevalecido en la programación —por sobre los procesos culturales de largo aliento—, las políticas públicas aún no se han construido, el Reglamento General de la Ley Orgánica de Cultura se construyó a puerta cerrada, el sector no se ha fortalecido, etc. Así, con todos los defectos que tuvo el BCE, se termina extrañando a esa Institución.

Texto: Susan Rocha

Edición: Ana Rosa Valdez, Isabel Mena.

Notas

[1]  José María Vargas, “Instrucción pública durante la República”, Historia de la Cultura Ecuatoriana, Serie Clásicos Ariel, Obras de la Cultura Ecuatoriana, s/f, p. 364. El museo tenía obras de Miguel de Santiago y Manuel de Samaniego. Rocafuerte mandó a reconstruir las pirámides de Oyamburo y Caraburo, valoradas por La Condamine. Se añade que por falta de recursos, el museo  fue entregado a la Universidad Central del Ecuador hacia 1850. Hacia 1860, se dio una pugna entre la UCE y la Escuela de Bellas Artes (EBA) por administrarlo. En 1892, las colecciones de la Exposición Universal de Madrid volvieron al país para llegar a ser un museo, lo cual supuso un debate sobre qué es lo nacional. Para 1904 se refundó la EBA, y los conventos solicitaron permiso para vender sus obras de arte, debido a la Ley de Beneficencia. En 1914, el Ministerio de Instrucción Pública usó la colección del Museo de Pintura para crear el Museo de Arte Colonial dependiente de la EBA, sin entregarle un local. De la EBA en la Alameda se trasladaron junto al Teatro Sucre hasta 1938, de allí a la Quinta Presidencial, luego a la UCE. En 1943 se decretó que este sea el Museo Nacional, hasta que, en 1948,  pasó a ser parte de la CCE y volvió a cambiar su ubicación física.

[2] Los miembros de este Comité se eligieron democráticamente entre los compañeros y fueron: Cecilia Campaña, Ana María Armijos, Adriana Díaz, Fanny Cisneros, Roberto Cárdenas, Santiago Ontaneda y Susan Rocha.

[3] Intervinieron en su mayoría destacados académicos y un par con un nivel diferente. Estos equipos debían sugerir bienes culturales que se puedan adquirir para complementar las colecciones, que no habían dado cabida a manifestaciones consideradas populares o a todos los períodos y temas del arte por igual. Los investigadores fueron Mónica Vorbeck, Trinidad Pérez, Valeria Coronel, X. Andrade, José Carlos Arias, Mireya Salado, entre otros.

[4] Las autoridades del BCE se modificaban cuando ocurrían cambios en el poder ejecutivo, además de esto, se cambió durante la época de la pichi-corte, junto con otras autoridades entonces consideradas ilegítimas.

[5] Ocupaba un espacio que no había sido diseñado para ser museo. Por ello, la altura entre el piso y el techo era la misma que se usa de forma convencional para hacer una casa. Las alfombras no estaban pensadas para resistir el paso de miles de visitantes, porque al estar unidas al piso, no podían retirarse para ser lavadas. El tumbado parecía de una oficina, iluminada por lámparas fluorescentes.

[6] El criterio de montaje dependía de los pocos espacios con doble altura.

[7] En Quito, una funcionaria que no era bachiller, que había heredado el puesto de su padre y que pensaba que se requería de “cuna y buen gusto” para gestionar un museo, ganaba 2500 USD, mientras que otra funcionaria con titulación de cuarto nivel que ingresó por concurso público a ese mismo cargo ganaba 600 USD durante ese mismo año 2006.

[8] Se recordaba, cómo el archivo nacional de historia que había sido custodiado por la CCE se había visto obligado a buscar un espacio en otra edificación al ser desplazado de la casona, era preocupante el abandono de la biblioteca nacional. A esto se sumaba la forma en que la CCE había cerrado durante casi seis años su museo de arte para cambiar el piso montando el mismo el guión y la programación tenía bastantes desniveles.

[9] Ver más detalles en: goo.gl/6GngEX

[10] Ver más detalles en: goo.gl/y5RNnj

[11] Ver más detalles en: goo.gl/imNTvg

[12] Cuyas mesas de trabajo versaban sobre mediación comunitaria, archivo, educación, manejo de colecciones e investigación relacionada a la historia social.

[13] Memorias del Taller Estrategias en uso del Museo Nacional.

[14] Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible.

[15] Ver nota de prensa en: goo.gl/VWZSq2

[16] Consultar en: goo.gl/zXDnh5, www.eltelegrafo.com.ec.

[17] Ver más en: goo.gl/iVWtJr, El Extra.

 

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