Written by 11:26 Arte Contemporáneo Ecuador, Historias del arte ecuatoriano

Miguel Varea: «La línea desgarrada de la existencia» en el Museo Nacional del Cacao

La exposición “La línea desgarrada de la existencia” del artista Miguel Varea se realizó en el Museo Nacional del Cacao (MuCAO) de Guayaquil, del o6 de julio al 15 de octubre de 2023. Publicamos el texto curatorial escrito por Susan Rocha y un registro fotográfico completo de la exposición y de las obras, cortesía de MuCAO.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Marihuanero le grita a mamá, hijodeputismo. Tinta sobre cartulina y tabla. 240 x 120 cm. 1974; Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Hijo. Pastel sobre cartulina. 145 x 70 cm. 1976. (En coautoría con Ramiro Jácome).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Día de la inauguración.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Afiche de la exposición de Miguel Varea “La línea desgarrada de la existencia”.
Diseño: Lisbeth Carvajal.

Miguel Varea: «La línea desgarrada de la existencia»

Texto curatorial por Susan Rocha

…no se puede vivir correctamente la vida equivocada.

T. Adorno

El presente texto sintetiza la investigación realizada acerca del trabajo artístico de Miguel Varea (1948-2020), fruto de la revisión de más de 10.000 obras y la lectura de sus diarios, tarjetas, entrevistas y los artículos publicados sobre sus exposiciones, publicaciones y debates, que da sustento a la exposición Miguel Varea. La línea desgarrada de la existencia

Varea fue un dibujante de tramas y sombras que parecían desgarrarse o transferirse desde sus entrañas hacia el papel. En este ejercicio se transcribió a sí mismo y a sus batallas internas. Buscó en sus profundidades sin por ello dejar de interpelar su contexto. Es claro que no calzaba en el mundo y, a través de su obra, pregunta si nosotros lo hacemos. Dudaba de la autenticidad de la vida, su trabajo evidencia la insatisfacción relacionada con la angustia existencial y las formas de habitarla desde y a través del arte. 

Como artista, mantuvo una singularidad que lo identificó, un juego de incertidumbre formal en diversas etapas como la estétika del disimulo, de la muralla o de la desaparición. Todas con sentidos disruptores en contextos específicos. Estas se oponían a lo que él llamó la estétika higienista y del prestigio. Por ello, al escuchar su nombre se lo asocia con rebeldía, irreverencia, ironía y una exploración de relaciones entre arte y lenguaje propias del momento en el cual emergió como artista: 1970, aunque casi completamente inexploradas en el Ecuador de entonces. 

Sostuvo normas autoimpuestas con un sentido crítico, como el uso de la letra “K” en lugar de la “C”. Planteó espacio-temporizar las artes uniendo dibujo y literatura dentro de una misma obra. Los textos fueron parte de su composición y responden a tres operaciones diferentes: 

  1. Releyó y desplazó textos de varios autores hacia su propia obra, logrando que el significado de lo apropiado también se disloque y evidencie múltiples relaciones entre imagen y palabra. Esto a la vez, da cuenta de sus herramientas y operaciones intelectuales. 
  2. Escribió sus propios pensamientos, como en un ejercicio de escritura automática y se autodenominó a sí mismo “Miguel Varea escribidor de manuscritos disparatados” (diario s.f.). 
  3. Delineó perfiles de letras, convirtiéndolas en contornos ilegibles y texturas. 

Estas tres formas de operar le permitían cuestionar la figura de la autoridad y mantener una posición abierta y en constante cambio. Varea desplazó la letra “K” de cronistas coloniales para invertir su sentido y evidenciar la relación conocimiento-poder-dominación. La “K” se relaciona con la crítica a las instituciones que ejerció en dibujos, textos y gestos que denominó producir situaciones y que implicaba el buscar espacios no convencionales para presentar su obra. Como dibujante era antinacionalista, antiacademicista, anticatólico y antiinstitucional, eso contrastó con el lugar que ocupaba lo propio, auténtico y nacional en la cultura local y el latinoamericanismo en la región. 

En sus escritos y entrevistas se autoasignó diversos lugares de enunciación: ironía, humor, neofiguración, dadaísmo criollo, anticonceptualismo, yoísmo e hijueputismo. Constantemente rechazó la necesidad de etiquetar su obra bajo una denominación específica. Él consideraba que el nombre es lo menos importante y se enfocaba en transmitir ideas. Asiduamente jugó a invertir el mundo fáctico y resaltó el papel de la percepción. Así, eligió el dibujo como una posición de margen para, al igual que otros creadores latinoamericanos del mismo período, reivindicar un medio entonces estimado menor. Su elección encajaba en el contexto de la “cultura de la resistencia” (Martha Traba, 2005), donde se consideraba el potencial emancipador y crítico de esta técnica.

Varea eligió el dibujo en un momento en que se acusaba a los artistas de distorsionar la imagen debido a su falta de habilidades (Rocha, 2011). Buscó reivindicarlo y explorar la condición humana y sus temores. Este era un acto consciente de resistencia y de autoexploración profunda.

El dibujo fue una operación intelectual más que técnica. Esto le permitió cuestionar la institución del arte, la originalidad, la autenticidad, la inspiración, la ideología, lo social, la política y la condición humana. Además, se convirtió en una forma particular de relacionarse con el mundo y abrió puertas formales y temáticas que lo conectan con las generaciones subsiguientes. 

A continuación, se revisarán sus autorretratos, estétikas del disimulo, de la desaparición y de la muralla así como, un acápite sobre su relación con la psicodelia y otro con un resumen de las herramientas intelectuales que pone en escena.

Miguel Varea: la línea desgarrada de la existencia

 

…no se puede vivir correctamente la vida equivocada.
T. Adorno

El presente texto sintetiza la investigación realizada acerca del trabajo artístico de Miguel Varea (1948-2020), fruto de la revisión de más de 10.000 obras y la lectura de sus diarios, tarjetas, entrevistas y los artículos publicados sobre sus exposiciones, publicaciones y debates, que da sustento a la exposición Miguel Varea. La línea desgarrada de la existencia.

Varea fue un dibujante de tramas y sombras que parecían desgarrarse o transferirse desde sus entrañas hacia el papel. En este ejercicio se transcribió a sí mismo y a sus batallas internas. Buscó en sus profundidades sin por ello dejar de interpelar su contexto. Es claro que no calzaba en el mundo y, a través de su obra, pregunta si nosotros lo hacemos. Dudaba de la autenticidad de la vida, su trabajo evidencia la
insatisfacción relacionada con la angustia existencial y las formas de habitarla desde y a través del arte.

Como artista, mantuvo una singularidad que lo identificó, un juego de incertidumbre formal en diversas etapas como la estétika del disimulo, de la muralla o de la desaparición. Todas con sentidos disruptores en contextos específicos. Estas se oponían a lo que él llamó la estétika higienista y del prestigio. Por ello, al escuchar su nombre se lo asocia con rebeldía, irreverencia, ironía y una exploración de relaciones
entre arte y lenguaje propias del momento en el cual emergió como artista: 1970, aunque casi completamente inexploradas en el Ecuador de entonces.

Sostuvo normas autoimpuestas con un sentido crítico, como el uso de la letra “K” en lugar de la “C”. Planteó espacio-temporizar las artes uniendo dibujo y literatura dentro de una misma obra. Los textos fueron parte de su composición y responden a tres operaciones diferentes:

a. Releyó y desplazó textos de varios autores hacia su propia obra, logrando que el significado de lo apropiado también se disloque y evidencie múltiples relaciones entre imagen y palabra. Esto a la vez, da cuenta de sus herramientas y operaciones intelectuales.

b. Escribió sus propios pensamientos, como en un ejercicio de escritura automática y se autodenominó a sí mismo “Miguel Varea escribidor de manuscritos disparatados” (diario s.f.).

c. Delineó perfiles de letras, convirtiéndolas en contornos ilegibles y texturas.

Estas tres formas de operar le permitían cuestionar la figura de la autoridad y mantener una posición abierta y en constante cambio. Varea desplazó la letra “K” de cronistas coloniales para invertir su sentido y evidenciar la relación conocimiento-poder-dominación. La “K” se relaciona con la crítica a las instituciones que ejerció en dibujos, textos y gestos que denominó producir situaciones y que implicaba el buscar espacios no convencionales para presentar su obra. Como dibujante era antinacionalista, antiacademicista, anticatólico y antiinstitucional, eso contrastó con el lugar que ocupaba lo propio, auténtico y nacional en la cultura local y el latinoamericanismo en la región.

En sus escritos y entrevistas se autoasignó diversos lugares de enunciación: ironía, humor, neofiguración, dadaísmo criollo, anticonceptualismo, yoísmo e hijueputismo.Constantemente rechazó la necesidad de etiquetar su obra bajo una denominación específica. Él consideraba que el nombre es lo menos importante y se enfocaba en transmitir ideas. Asiduamente jugó a invertir el mundo fáctico y resaltó el papel de la percepción. Así, eligió el dibujo como una posición de margen para, al igual que otros creadores latinoamericanos del mismo período, reivindicar un medio entonces estimado menor. Su elección encajaba en el contexto de la “cultura de la resistencia” (Martha Traba, 2005), donde se consideraba el potencial emancipador y crítico de esta técnica.

Varea eligió el dibujo en un momento en que se acusaba a los artistas de distorsionar la imagen debido a su falta de habilidades (Rocha, 2011). Buscó reivindicarlo y explorar la condición humana y sus temores. Este era un acto consciente de resistencia y de autoexploración profunda.
El dibujo fue una operación intelectual más que técnica. Esto le permitió cuestionar la institución del arte, la originalidad, la autenticidad, la inspiración, la ideología, lo social, la política y la condición humana. Además, se convirtió en una forma particular de relacionarse con el mundo y abrió puertas formales y temáticas que lo conectan con las generaciones subsiguientes. A continuación, se revisarán sus autorretratos, estétikas del disimulo, de la desaparición y de la muralla así como, un acápite sobre su relación con la psicodelia y otro con un resumen de las herramientas intelectuales que pone en escena.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Yo mismo. Cartulina esgrafiada con aguja. 65 x 50 cm. 1975; Sobre filtros. Plumilla con tinta y lápiz sobre papel. 20 x 17 cm. 1973; No enfocar la atención. Tinta china sobre cartón. Collage. 23 x 17 cm. 1973 – 1980; Autorretrato. Plumilla con tinta sobre papel. 21 x 15 cm. 1973; Autorretrato. Plumilla con tinta y esferográfico sobre papel. 20 x 13 cm. 1972-90.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. El derecho de tacha. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; Del disimulo. 29 x 21 cm. 1983; Lea señora lea. Técnica mixta. 200 x 195 cm. 1976 / 1983; Casco. Esgrafiado sobre casco. 17 x 21 x 27 cm. 1997 (al centro).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Las estétikas de Varea

Las “estétikas” que Varea nombra (del disimulo, de la muralla, de la desaparición) no solo se refieren a orientaciones artísticas, sino que también están imbuidas de una ética personal. Estas emergen de su búsqueda intelectual y artística, y contribuyen a dotar de singularidad a su producción. Además, reflejan su compromiso con formas particulares de explorar y representar la realidad.

En ellas recurre a la especulación y la sospecha como herramientas para su trabajo creativo. Encuentra condiciones de posibilidad en la duda y la incertidumbre, y arremete contra la pureza y las creencias dogmáticas. Esta es una forma de cuestionar a quienes se creen dueños de la verdad y desafiar la autoridad.

La ética de Varea no se basa en normas sociales convencionales ni en militancias políticas. No busca ser la voz de los sin voz, sino que se expresa desde su propia experiencia y juicio. Su creación artística es un medio para cuestionar el principio de autoridad y expresar su individualidad.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Yo estudié en una Fakultad. Tinta y esferográfico sobre papel. 21,5 x 14,9 cm. 1975; Visperinos sin oficio pero mucho beneficio. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 13 cm. 1976; La sapada del estilo. Tinta sobre cartulina. 23 x 19cm. S.f.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Marihuanero le grita a mamá, hijodeputismo. Tinta sobre cartulina y tabla. 240 x 120 cm. 1974.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

El problema fundamental de la sociedad son las ideologías, son solo un ropaje falso de
querer ver la realidad de una u otra forma. En mi serie ́Crítico de derecha y crítico de
izquierda ́, uno a la izquierda y otro a la derecha, a uno lo hago de rojo y a otro de azul, pero
son igualitos. El creer que porque uno piensa de una manera está en la verdad y el otro en el
error, no tiene sentido.
Miguel Varea, mayo 2010, 4.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Krítico de izquierda, krítico de derecha. Acrílico sobre lienzo. 120 x 70 cm c/u. 2003. Colección Casa de la Cultura. Quito; Hombre con sombrero de copa. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 46 x 34 cm. 1976; Yo estudié en una Fakultad. Tinta y esferográfico sobre papel. 21,5 x 14,9 cm. 1975; Visperinos sin oficio pero mucho beneficio. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 13 cm. 1976 ; La sapada del estilo. Tinta sobre cartulina. 23 x 19cm. S.f.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Krítico de izquierda, krítico de derecha. Acrílico sobre lienzo. 120 x 70 cm c/u. 2003. Colección Casa de la Cultura. Quito.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Sombrerito. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 41 x 31,5 cm. 1976; Hombre con sombrero de copa. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 46 x 34 cm. 1976.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Sombrerito. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 41 x 31,5 cm. 1976; Hombre con sombrero de copa. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 46 x 34 cm. 1976.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha, en la pared: Miguel Varea. Viendo la pieza. Lápiz sobre cartulina. 96 x 110 cm. 1997; Nuestros restos. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; Marihuanero le grita a mamá, hijodeputismo. Tinta sobre cartulina y tabla. 240 x 120 cm. 1974; Mundo antiguo. Plumilla con tinta sobre papel. 20 x 13 cm. 1980; Texto. Plumilla con tinta sobre cartulina. 22 x 15 cm. 1980.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Dejemos de consumir instituciones y pasemos a producir situaciones. Marcador y acrílico sobre cartón prensado. 76 × 60 cm. 1983.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Portada de cuaderno dibujada. Esferográfico sobre papel. 18 x 29 cm. 1985 Kreo. Colección Rima Hay; Malas noticias. Serie: Hora de las visitas. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 25 cm. 1976.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Estétika del disimulo

Transformar nuestro peor defekto en nuestro habitual modo de ser.
Miguel Varea.

Mi camino ha sido muy difícil. El trabajo de dibujar se me hacía muy intelectual.
Miguel Varea, en Febres Cordero, 1980.

La Estétika del disimulo se presenta como una contraestética, opuesta al ideal moderno de belleza y armonía. Varea desafía la autenticidad y la originalidad, problematizando la referencia y generando cortocircuitos de sentido en su obra. Refleja su postura vital y su contraposición a la “estétika higienista” y la “estétika del prestigio”, términos que él acuñó luego de su lectura de Raymond Bayer. 

Varea era mordaz, siempre enmarcado en la “cultura de la sospecha” cuestionó la educación artística, y su experiencia estudiantil lo llevó a adoptar una postura autodidacta. También su crítica a la izquierda local le hizo inventar frases como “Hijos de Mao y María”, que resaltan la contradicción entre las ideas revolucionarias y las prácticas conservadoras en la sociedad. Así mismo, durante la campaña del ex presidente de derecha León Febres Cordero sacó unas serigrafías con alusiones del himno nacional: “al león destrozado se oía…”.

Varea tomó una posición de inacción social en un contexto donde la militancia era común. Esta crítica desafiaba la idea de que el artista debía ser una voz del deber ser y tomar partido en cuestiones políticas.

Trabajó la “desespecificación” del dibujo mediante los textos, con ello, se expande más allá del espacio y se convierte en un arte del tiempo, una forma que puede ser leída y explorada a lo largo de un lapso.

Su obra es una reflexión sobre cómo el individuo y el contexto se influyen mutuamente. Varea se busca a sí mismo en medio de esta lucha. El caos presente su dibujo es una forma de transgresión, una manera de representar lo que el orden establecido reprime. No solo se trata de la imagen desfigurada, sino también su relación con la realidad y la percepción del espectador. Esto implica que su trabajo tiene una función más allá de la representación visual, llevando a los observadores a cuestionar y reflexionar.

Varea utiliza sus obras como un registro testimonial de lo cotidiano, creando una especie de diario visual. Sus creaciones, son un proceso de exploración personal en respuesta a la contingencia del mundo. A lo largo de su carrera, su obra siguió explorando la condición humana y su relación con la política, la sociedad y la individualidad creativa. 

Al definir la estétika del disimulo, Varea explica: “es el espacio que queda entre las relaciones sociales, de la formalidad, y el mundo del inconsciente, de los sentimientos, de las pulsiones” (1986).

De izquierda a derecha: Miguel Varea. De algo hay que agarrarse. Plumilla sobre papel. 32,5 x 22,5 cm. 1972; El soñó dos veces. Marcador y plumilla sobre cartulina. 21 x 22 cm. 1968; Cuando salgas no pares. Tinta sobre cartulina. 38 x 22 cm. 1970; Dentro de tu cabeza. Tinta sobre papel. 16 x 20 cm. 1969.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. El soñó dos veces. Marcador y plumilla sobre cartulina. 21 x 22 cm. 1968; Cuando salgas no pares. Tinta sobre cartulina. 38 x 22 cm. 1970; Dentro de tu cabeza. Tinta sobre papel. 16 x 20 cm. 1969; Konvídate una raya. Tinta sobre cartulina. 22 x 18 cm. 2000; La bodega. Serie Konvídate una raya. Plumilla con tinta sobre papel. 22 x 17 cm. 2000; Paranóiko. Tinta sobre cartulina. 92 x 62 cm. 1972; Hippie. Tinta sobre cartulina. 100 x 70 cm. 1970.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Psicodelia

La diversión es lo único que hace a la vida digna de vivirse…
Miguel Varea, Tarjeta, 1970.

Desde sus inicios tuvo la influencia de la contracultura beat y hippie explorando la práctica con sustancias y una actitud antiautoritaria. Amó el rock, los psicotrópicos y eso se hizo obra. Se caracterizó por llevar la experimentación a diferentes aspectos de la vida y el arte. 

Varea utilizó psicotrópicos como parte de su proceso creativo y como una pesquisa de ampliar su percepción. En sus propias palabras, buscaba la percepción a través de las drogas y experimentó con sustancias, entre ellas, la marihuana y los ácidos. Esta experiencia le ayudó a desformalizarse y reestructurarse, expandiendo su sensibilidad y perspectiva.

Al acceder a una hiperacuidad, es decir, una sensibilidad agudizada hacia los detalles mínimos del ambiente; se traducía su observación en una forma de conocimiento crítico que le permitía percibir más allá de lo evidente y descubrir aspectos ocultos en su entorno.

No plasmaba alucinaciones o delirios. En cambio, buscaba representar el mundo material concreto a través de su mirada psicodélica, lo que le ayudaba a desenajenar su perspectiva y desarrollar un lenguaje propio.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Krepúsculo de la desaparición. Plumilla con tinta sobre cartulina. 150 x 117 cm. 1996; Krepúsculo de la desaparición. Tinta sobre cartulina. 150 x 115 cm. 1996.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Pared derecha, de izquierda a derecha: Miguel Varea. Antiguos recuerdos. Plumilla sobre cartulina. 108 x 72,5 cm. 1993; Eskalera. Tinta sobre cartulina. 100 x 70 cm. 1993.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Estétika de la desaparición

La obra de Varea cambió con el tiempo, pasando de un enfoque más enérgico y sarcástico a una Estétika de la desaparición. Hacia 1985, empezó a explorar una temática aparentemente calmada, utilizando tramas y líneas para representar seres grises en la penumbra, soledad, aislamiento y descomunicación en la sociedad. En estas obras aborda un sentido de desencanto tal como menciona en algunas entrevistas se le fue perdiendo la forma del mundo.

Aunque había cuestionado la abstracción, llega a esta a través de la desaparición de la imagen. Se centró en la trama austera y monocromática, sin por ello dejar de ser crítico. En su discurso visual del desencanto, expresa su desilusión y decepción con el mundo, lo que le permite distanciarse y mostrar su propio desvanecimiento en el arte. Esas creaciones evidencian una sensación de inseguridad y oscuridad en su propio cuerpo.

Su “estétika de la desaparición” visibiliza lo que falta y resalta la efímera naturaleza de la existencia humana. Esta perspectiva surge de su madurez artística y su experiencia en resolver problemas formales y conflictos existenciales a lo largo de su carrera.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Lea señora lea. Técnica mixta. 200 x 195 cm. 1976 / 1983; Dejemos de consumir instituciones y pasemos a producir situaciones. Acrílico sobre papel kraft. 76 x 60 cm. 1983; Los krítikos. Tinta sobre cartón. 88 x 67,5 cm. 1983; Casco. Esgrafiado sobre casco. 17 x 21 x 27 cm. 1997 (al centro).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Estétika de la Muralla

Varea junto a Ramiro Jácome, en las décadas del setenta y ochenta, buscaron desafiar llevar la actividad artística de vuelta a sus raíces creativas y colectivas (Pérez, 1995). Ejemplificaron esto con la exposición colectiva “Todo espectador es un cobarde o un traidor” en 1972, donde involucraron a personas no artistas para cuestionar el elitismo y el consumismo del campo. La muestra, realizada en un espacio cedido por la familia de Varea, se convirtió en parte de lo que él denominó la “estétika de la muralla”, ya que las paredes del lugar fueron pintadas durante la acción. Esta práctica refleja la inclinación hacia una experiencia extramuseística y festiva en el arte.

Las dictaduras y el populismo se trasladaron al mundo autodeterminado de Varea, su trabajo artístico podría haber sido una forma de respuesta indirecta a la opresión política. Las acciones que promovían la participación activa del espectador podían ser interpretadas como un signo de resistencia contra la inacción o la sumisión. Su gesto recibió la influencia de Gombrowicz quien abogaba por humanizar el arte, alejándolo de la jerarquía y el elitismo, y enfocándose en la conexión con la vida cotidiana. El dibujante parece tomar estas ideas para cuestionar las normas establecidas en el campo cultural.

La “estétika de la muralla” distingue a Varea como un artista de avanzada, a modo de la descripción de Nelly Richard (1988, 27-28). Esta serie es un alejamiento de la búsqueda utópica, y a través de ella, el autor asume y reinterpreta un refrán: “La pared y la muralla son papeles del Kanalla”. Esto se suma a su práctica de escribir y dibujar sobre paredes de espacios expositivos, talleres y viviendas. Utiliza estas superficies para comunicar sus ideas y declaraciones de principios, en contraposición al enfoque más tradicional del muralismo. 

Conexiones intelectuales puesta en escena

Al fondo: Miguel Varea. Estétika de Plotino. Serigrafía sobre papel periódico. 100 x 70 cm. 1982.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Hubo libros que influenciaron en mi ser y en mi obra. Me gustaba mucho el escritor argentino
Leopoldo Marechal y su novela “El banquete de Severo Arcángelo”, tengo una obra relativa a esa lectura
porque me parece que va con los tiempos actuales. También leí mucho a Ambroise Bierce en “El club de
los parricidas”.
Miguel Varea, mayo 2010, 2.

A mí no me importa la originalidad, y por eso no rehúyo a las influencias; me parecen
saludables, sobre todo en un medio como el nuestro, donde pueden ser la única manera de
adquirir formación profesional. También están en mi obra Goya y Dummier, Picasso y Bacon, lo
que yo quiero es expresarme como pueda.
Miguel Varea, 1980.

La relación entre Miguel Varea y el mundo intelectual que lo rodeaba lo llevo a experimentar tácticas creativas y a seleccionar su posicionamiento en el contexto cultural y social de Ecuador. No tuvo una recepción-aplicación pasiva de las influencias que seleccionó, sino que llevó a cabo operaciones intelectuales activas en las que se interpretaba e interpelaba constantemente a sí mismo como artista. Recurrió a la apropiación y adaptación, transformando lo recibido en parte de su propio mundo.

Varea manifestó siempre una resistencia a los estereotipos que se esperan del arte latinoamericano y su trabajo dialogó con las críticas realizadas por teóricos como Ticio Escobar, Nelly Richard y Gerardo Mosquera. Es decidor que no buscara la originalidad y reconocía múltiples influencias en su trabajo, desde artistas diversos, Dubuffet y Botero hasta filósofos entre quienes están Kant, Spinoza y Derrida. Fue más allá de la forma y abarca ética, filosofía, sociología y política, lo que demuestra la interdisciplinariedad de su obra.

La relación de Varea con la literatura y la escritura se explora a través de sus palabras y textos incorporados en sus dibujos. Se destaca su conexión con John Cage en su comprensión del arte como una cuestión filosófica basada en la investigación y el uso de elementos encontrados en la vida diaria.

La novela “Ferdydurke” de Witold Gombrowicz fue una influencia anarquista en Varea. Esta aborda la forma y la inmadurez, desacralizando la cultura y proponiendo una conexión más directa con la vida corriente y el arte.

La ironía es una constante en el dibujante, como se evidencia en su relación con el escritor Leopoldo Marechal. Ambos comparten un escepticismo radical y un lenguaje que cuestiona lo moderno y la cultura establecida. Varea utiliza textos ajenos de manera ingeniosa para hablar de sí mismo.

Su vínculo con la literatura del boom, fue compartido con otros creadores de arte neofigurativo local, aunque Varea desborda este ismo. Emplea la interdiscursividad de estos autores en su obra, alterando y adaptando fragmentos de textos para expresar sus propias ideas.

La influencia del dadaísmo en Varea se explora a través de su uso de objetos textuales encontrados, similar a los readymades. La espontaneidad, improvisación y reiteración en sus dibujos también se comparan con la actitud cuestionadora del dadaísmo y su lucha contra las convenciones artísticas.

La relación entre Miguel Varea y el mundo intelectual que lo rodeaba lo llevo a experimentar tácticas creativas y a seleccionar su posicionamiento en el contexto cultural y social de Ecuador. No tuvo una recepción-aplicación pasiva de las influencias que seleccionó, sino que llevó a cabo operaciones intelectuales activas en las que se interpretaba e interpelaba constantemente a sí mismo como artista. Recurrió a la apropiación y adaptación, transformando lo recibido en parte de su propio mundo.

Varea manifestó siempre una resistencia a los estereotipos que se esperan del arte latinoamericano y su trabajo dialogó con las críticas realizadas por teóricos como Ticio Escobar, Nelly Richard y Gerardo Mosquera. Es decidor que no buscara la originalidad y reconocía múltiples influencias en su trabajo, desde artistas diversos, Dubuffet y Botero hasta filósofos entre quienes están Kant, Spinoza y Derrida. Fue más allá de la forma y abarca ética, filosofía, sociología y política, lo que demuestra la interdisciplinariedad de su obra.

La relación de Varea con la literatura y la escritura se explora a través de sus palabras y textos incorporados en sus dibujos. Se destaca su conexión con John Cage en su comprensión del arte como una cuestión filosófica basada en la investigación y el uso de elementos encontrados en la vida diaria.

La novela “Ferdydurke” de Witold Gombrowicz fue una influencia anarquista en Varea. Esta aborda la forma y la inmadurez, desacralizando la cultura y proponiendo una conexión más directa con la vida corriente y el arte.

La ironía es una constante en el dibujante, como se evidencia en su relación con el escritor Leopoldo Marechal. Ambos comparten un escepticismo radical y un lenguaje que cuestiona lo moderno y la cultura establecida. Varea utiliza textos ajenos de manera ingeniosa para hablar de sí mismo. 

Su vínculo con la literatura del boom, fue compartido con otros creadores de arte neofigurativo local, aunque Varea desborda este ismo. Emplea la interdiscursividad de estos autores en su obra, alterando y adaptando fragmentos de textos para expresar sus propias ideas.

La influencia del dadaísmo en Varea se explora a través de su uso de objetos textuales encontrados, similar a los readymades. La espontaneidad, improvisación y reiteración en sus dibujos también se comparan con la actitud cuestionadora del dadaísmo y su lucha contra las convenciones artísticas.

***

Sus publicaciones

Varea también participó en la producción de libros antológicos que compilaban su trabajo de décadas anteriores. Estos reflejaban su estilo de escritura y dibujo automático, generando discontinuidades y evadiendo cualquier forma de linealidad discursiva. En ellos también practicó una “cultura de la sospecha”, constantemente mirando el costado, la fisura y el reverso tanto en sí mismo como en su entorno.

Bibliografía

  • Barriga, P. “la imagen recurrente de lo humano”, Quito, Hoy, 9 de junio de 1987.
  • Bazzano-Nelson, F. “Cambios de margen: las teorías estéticas de Marta Traba”. En Marta Traba, Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005) Bayer R. Historia de las ideas estéticas (Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 2002). 
  • Bolaño, R. “Déjenlo todo, nuevamente. Primer manifiesto del movimiento infrarrealista”, en Revista INFRA 1, 1977, 5-11. En línea: http://www.infrarrealismo.com.
  • Bolognese, C. “Roberto Bolaño y sus comienzos literarios: El infrarrealismo entre realidad y ficción”, Acta Literaria, N.° 39, II Sem. 2009, 131-140. 
  • Traba, M. Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005) Bayer R. Historia de las ideas estéticas (Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 2002).
  • Didi Huberman, G. Cuando las imágenes toman posición, premio de ensayo 2008 (Madrid: Antonio Machado Libros, 2013).
  • Dubuffet, J. Asfixiante cultura (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1970).
  • Dubuffet, J. Posiciones anticulturales, conferencia pronunciada en inglés en el Arts Clubs de Chicago el 20 de diciembre de 1951. 
  • En Dubuffet, J. Escritos sobre arte (Barcelona: Barral Editores, 1975).
  • Echeverría, B. “El juego, la fiesta y el arte”, Definición de la cultura (México: Ítaca, 2001).
  • Hammerschmidt, C. “Leopoldo Marechal: Adán Buenosayres. El contar paródico para la constitución del sujeto moderno”. En: Actas del VII Congreso Nacional de Literatura Argentina. Tucumán: Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, 1993, 338-345.
  • Jaspers, K. La filosofía desde el punto de vista de la existencia (México, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1965).
  • Pérez, T. “Arte ecuatoriano de hoy”. En El arte ecuatoriano de hoy (Festival La Huella de Europa, Ecuador, 1995. Quito: Museo Archivo de Arquitectura.
  • Rocha, S. Inhumano, el cuerpo social en el arte ecuatoriano (1960-1980) (Quito: Centro de Arte Contemporáneo, 2011).
  • Rocha, S. “Jaime Andrade y la educación del arte”, en Jaime Andrade Moscoso, escultura, murales y obra gráfica, 1925-1989 (Quito: Universidad Central del Ecuador, 2019).
  • Traba. M. “El arte latinoamericano, un falso apocalipsis”, Caracas, El Nacional, 2 de mayo de 1964, 3-15. En línea: https://icaa.mfah.org/s/es/item/799377.
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  • Traba, M. Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, (Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2006), 88-89.
  • Varea, M. Cuaderno del Grupo de Salud Mental, 1975-1976.
  • Varea, M. El Tiempo, 23 de febrero de 1976. Archivo Kuarto Piso, Ispade.
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Miguel Varea. Hijo. Pastel sobre cartulina. 145 x 70 cm. 1976. En coautoría con Ramiro Jácome.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Hijo. Pastel sobre cartulina. 145 x 70 cm. 1976. En coautoría con Ramiro Jácome.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Dayuma. Tinta sobre papel. 188 x 89 cm. 1997.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Dayuma. Tinta sobre papel. 188 x 89 cm. 1997.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Pared izquierda, al fondo : Miguel Varea. Marihuanero le grita a mamá, hijodeputismo. Tinta sobre cartulina y tabla. 240 x 120 cm. 1974; Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975; Yo mismo. Cartulina esgrafiada con aguja. 65 x 50 cm. 1975.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Marihuanero le grita a mamá, hijodeputismo. Tinta sobre cartulina y tabla. 240 x 120 cm. 1974.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Pasillo, izquierda al fondo: Miguel Varea. Yo mismo. Cartulina esgrafiada con aguja. 65 x 50 cm. 1975.
Lado derecho: Miguel Varea. De algo hay que agarrarse. Plumilla sobre papel. 32,5 x 22,5 cm. 1972.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Yo mismo. Cartulina esgrafiada con aguja. 65 x 50 cm. 1975; Sobre filtros. Plumilla con tinta y lápiz sobre papel. 20 x 17 cm. 1973; No enfocar la atención. Tinta china sobre cartón. Collage. 23 x 17 cm. 1973 – 1980; Autorretrato. Plumilla con tinta sobre papel. 21 x 15 cm. 1973.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Yo mismo. Cartulina esgrafiada con aguja. 65 x 50 cm. 1975.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. No enfocar la atención. Tinta china sobre cartón. Collage. 23 x 17 cm. 1973 – 1980.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Autorretrato. Plumilla con tinta sobre papel. 21 x 15 cm. 1973.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Autorretrato. Plumilla con tinta y esferográfico sobre papel. 20 x 13 cm. 1972-90.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Mundo antiguo. Plumilla con tinta sobre papel. 20 x 13 cm. 1980; Texto. Plumilla con tinta sobre cartulina. 22 x 15 cm. 1980; Nuestra verdad es interior (retratos de nieto(a); Dayuma. Tinta sobre papel. 188 x 89 cm. 1997.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Mundo antiguo. Plumilla con tinta sobre papel. 20 x 13 cm. 1980.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Texto. Plumilla con tinta sobre cartulina. 22 x 15 cm. 1980.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha, en la pared: Miguel Varea. Viendo la pieza. Lápiz sobre cartulina. 96 x 110 cm. 1997; Nuestros restos. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Viendo la pieza. Lápiz sobre cartulina. 96 x 110 cm. 1997.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Nuestros restos. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Una cita con los dioses.  Plumilla son tinta sobre papel. 21,6 x 14,9 cm. 1968;  Homenaje a mis agresores. Plumilla con tinta sobre papel. 21,7 x 14,8 cm. 1968;  Tuestasallí. Tinta sobre cartulina. 34 x 29 cm. 1970.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Homenaje a mis agresores. Plumilla con tinta sobre papel. 21,7 x 14,8 cm. 1968.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Tuestasallí. Tinta sobre cartulina. 34 x 29 cm. 1970.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Yo estudié en una Fakultad. Tinta y esferográfico sobre papel. 21,5 x 14,9 cm. 1975; Visperinos sin oficio pero mucho beneficio. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 13 cm. 1976; La sapada del estilo. Tinta sobre cartulina. 23 x 19cm. S.f; Malas noticias. Serie: Hora de las visitas. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 25 cm. 1976.;  Horror vacui. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; El silencio mismo está poblado de signos. Plumilla sobre papel. 32 x 22 cm. S.f; Huelga general. Cartulina raspable con aguja. 78 x 63 cm. 1975; Eskudo borroso. Lápiz sobre cartulina. 75 x 55 cm. 2008.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

 

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Chaqueta y pantalón pintados. Acrílico sobre tela. 105 x 47 cm, respectivamente. 2010; Horror vacui. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; El silencio mismo está poblado de signos. Plumilla sobre papel. 32 x 22 cm. S.f; Huelga general. Cartulina raspable con aguja. 78 x 63 cm. 1975; Eskudo borroso. Lápiz sobre cartulina. 75 x 55 cm. 2008; Lea señora lea. Técnica mixta. 200 x 195 cm. 1976 / 1983; Casco. Esgrafiado sobre casco. 17 x 21 x 27 cm. 1997 (al centro).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Horror vacui. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; El silencio mismo está poblado de signos. Plumilla sobre papel. 32 x 22 cm. S.f; Huelga general. Cartulina raspable con aguja. 78 x 63 cm. 1975; Lea señora lea. Técnica mixta. 200 x 195 cm. 1976 / 1983; Casco. Esgrafiado sobre casco. 17 x 21 x 27 cm. 1997 (al centro).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Antiguos recuerdos. Plumilla sobre cartulina. 108 x 72,5 cm. 1993; Eskalera. Tinta sobre cartulina. 100 x 70 cm. 1993.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Eskalera. Tinta sobre cartulina. 100 x 70 cm. 1993.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Portada de cuaderno dibujada. Esferográfico sobre papel. 18 x 29 cm. 1985 Kreo. Colección Rima Hay; Malas noticias. Serie: Hora de las visitas. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 25 cm. 1976.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Portada de cuaderno dibujada. Esferográfico sobre papel. 18 x 29 cm. 1985 Kreo. Colección Rima Hay.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Horror vacui. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; El silencio mismo está poblado de signos. Plumilla sobre papel. 32 x 22 cm. S.f; Huelga general. Cartulina raspable con aguja. 78 x 63 cm. 1975; Eskudo borroso. Lápiz sobre cartulina. 75 x 55 cm. 2008.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Horror vacui. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Eskudo borroso. Lápiz sobre cartulina. 75 x 55 cm. 2008.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea.  Huelga general. Cartulina raspable con aguja. 78 x 63 cm. 1975.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Lea señora lea. Técnica mixta. 200 x 195 cm. 1976 / 1983.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De derecha a izquierda: Miguel Varea. Estétika de Plotino. Serigrafía sobre papel periódico. 100 x 70 cm. 1982; Chaqueta y pantalón pintados. Acrílico sobre tela. 105 x 47 cm y 74 x 48 cm, respectivamente. 2010.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Casco. Esgrafiado sobre casco. 17 x 21 x 27 cm. 1997 (al centro).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Estétika de Plotino. Serigrafía sobre papel periódico. 100 x 70 cm. 1982.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Kansa ser, sentir duele, pensar destruye. Plumilla con tinta sobre cartulina, parte de una bitácora. 18 x 13 cm. Circa 2003; Van Gogh. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; La vuelta al día. Tinta sobre cartulina. 19 x 12,5 cm. 1970; Transformar nuestro peor defekto en nuestro habitual modo de ser, texto. Plumilla sobre papel. 18 x 13 cm. 2003; Definición del ser de la línea. Tinta china sobre papel. 23 x 17 cm. 1983; El loko del garrote. Plumilla sobre cartulina. 39,5 x 24,5 cm. 1976.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Kansa ser, sentir duele, pensar destruye. Plumilla con tinta sobre cartulina, parte de una bitácora. 18 x 13 cm. Circa 2003.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Van Gogh. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Definición del ser de la línea. Tinta china sobre papel. 23 x 17 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. El loko del garrote. Plumilla sobre cartulina. 39,5 x 24,5 cm. 1976.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

   

 

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Pintura portada del libro Una estétika del disimulo. (Quito, Rimulo B., 2003); Parte de El Papelón. Serografía. 14 x 16 cm. 1983; Catálogo de la exposición El Papelón. Serografías: Impresos dentro de un sobre de papel kraft. 29 x 58 cm. 1983.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Pintura portada del libro Una estétika del disimulo. (Quito, Rimulo B., 2003).
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Catálogo de la exposición El Papelón. Serografías: Impresos dentro de un sobre de papel kraft. 29 x 58 cm. 1983.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De izquierda a derecha: Miguel Varea. El soñó dos veces. Marcador y plumilla sobre cartulina. 21 x 22 cm. 1968; Cuando salgas no pares. Tinta sobre cartulina. 38 x 22 cm. 1970; Dentro de tu cabeza. Tinta sobre papel. 16 x 20 cm. 1969.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. El soñó dos veces. Marcador y plumilla sobre cartulina. 21 x 22 cm. 1968.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Cuando salgas no pares. Tinta sobre cartulina. 38 x 22 cm. 1970.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

 

Miguel Varea. Dentro de tu cabeza. Tinta sobre papel. 16 x 20 cm. 1969.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Mundo antiguo. Plumilla con tinta sobre papel. 20 x 13 cm. 1980; Texto. Plumilla con tinta sobre cartulina. 22 x 15 cm. 1980; Nuestra verdad es interior (retratos de nieto(a).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Arriba, de izquierda a derecha: Miguel Varea. Sino qué. Plumilla con tinta sobre papel y cartulina. 23 x 17 cm. Circa 1970-80; Texto. Collage. Plumilla con tinta y collage de cartulina sobre papel. 22 x 16 cm. Circa 1980; La razón. Plumilla con tinta sobre cartulina. 21 x 17 cm. Circa 1970; Cuaderno del grupo de Salud Mental. Marcador sobre papel. 25 x 20 cm. 1974; Texto color. Plumilla con tinta sobre papel. 21,5 x 14,5 cm. 1975.
Abajo, de izquierda a derecha: Miguel Varea. Soledades. Tinta sobre papel. 10 x 16 cm. 1975; Te viene una crisis. Tinta sobre cartón. Collage. 23 x 17 cm. 1968.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Sino qué. Plumilla con tinta sobre papel y cartulina. 23 x 17 cm. Circa 1970-80.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. La razón. Plumilla con tinta sobre cartulina. 21 x 17 cm. Circa 1970.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Texto color. Plumilla con tinta sobre papel. 21,5 x 14,5 cm. 1975.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Te viene una crisis. Tinta sobre cartón. Collage. 23 x 17 cm. 1968.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

De izquierda a derecha: Miguel Varea. Una cita con los dioses.  Plumilla son tinta sobre papel. 21,6 x 14,9 cm. 1968 Homenaje a mis agresores. Plumilla con tinta sobre papel. 21,7 x 14,8 cm. 1968.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

De derecha a izquierda: Miguel Varea. Estétika de Plotino. Serigrafía sobre papel periódico. 100 x 70 cm. 1982; Chaqueta y pantalón pintados. Acrílico sobre tela. 105 x 47 cm y 74 x 48 cm, respectivamente. 2010.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Hombre con sombrero de copa. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 46 x 34 cm. 1976.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Sombrerito. Boceto de invitación a exposición en la Alianza Francesa. Collage. Técnica mixta sobre cartón y cartulina. 41 x 31,5 cm. 1976.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Los krítikos. Tinta sobre cartón. 88 x 67,5 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. El derecho de tacha. Tinta sobre papel. 23 x 17 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Del disimulo. 29 x 21 cm. 1983.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Visperinos sin oficio pero mucho beneficio. Plumilla con tinta sobre papel. 19 x 13 cm. 1976.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea.  Konvídate una raya. Tinta sobre cartulina. 22 x 18 cm. 2000.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Hippie. Tinta sobre cartulina. 100 x 70 cm. 1970.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

 

Miguel Varea. La bodegaSerie Konvídate una raya. Plumilla con tinta sobre papel. 22 x 17 cm. 2000; Paranóiko. Tinta sobre cartulina. 92 x 62 cm. 1972.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Autobiografía. Tinta, incrustación fotográfica y collage sobre cartulina. 49 x 63 cm. 1975.
Fotografía: Ricardo Bohórquez

Miguel Varea. Hojas de cuaderno de Miguel Varea. Esferográfico sobre papel. 26 × 20 cm. Circa 1969.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Hojas de cuaderno de Miguel Varea. Esferográfico sobre papel. 26 × 20 cm. Circa 1969.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Alza mano bolivariano . Lápiz sobre cartulina. 75 × 55 cm. 2008.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Silencio II . Tinta sobre papel. 17 × 23 cm. 1972.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. El siglo era enorme. Collage. Plumilla con tinta sobre papel y carton. 22.3 x 16 cm. 1969-1980. Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Autoanálisis de sí mismo. Palo con tinta sobre cartulina. 23 x 33 cm. 1975.Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Voto ligero . Tinta sobre cartón. 12 × 8 cm. 1978.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Akel ke desconzka a ke klase pertenezca o pertece ya la deskubrirá en el porvenir. Tinta, esferográfico sobre papel, 21,7 x 14,7 cm. 1975. Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. He rekorrido. Tinta sobre cartulina. 31 × 21 cm. 1974.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Catálogo de la exposición El Papelón. Serigrafías: Impresos dentro de un sobre de papel kraft. elaborada por Dayuma Guayasamín 29 x 60 cm. 1983. Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Currículum . Plumilla sobre cartulina. 31,5 × 22 cm. 1986.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Miguel. Plumilla con tinta sobre papel. 9 x 17 cm. 1986. Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Anteproyekto . Tinta sobre cartón. 22 × 17 cm. 1980.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Anulado . Lápiz sobre cartulina. 30 × 22 cm. 1986.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Ke son la misma mermelada. Tinta y esferográfico sobre papel. 21,5 x 15 cm. 1975 S. f. Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

 

Miguel Varea. No somos todos. Collage. Plumilla con tinta sobre cartulina. 21,7 x 15 cm. 1976. Colección familia Varea Guayasamín.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Miguel Varea. Un lokal para la práktika artística , calcomanía. Serigrafía. 9 × 9 cm. 1989.
Créditos: Museo Nacional del Cacao

Detrás, de izquierda a derecha: Miguel Varea. Krepúsculo de la desaparición. Plumilla con tinta sobre cartulina. 150 x 117 cm. 1996; Krepúsculo de la desaparición. Tinta sobre cartulina. 150 x 115 cm. 1996.
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

Miguel Varea. Hijo. Pastel sobre cartulina. 145 x 70 cm. 1976. (En coautoría con Ramiro Jácome).
Fotografía: Ricardo Bohórquez.

 

Créditos: Museo Nacional del Cacao

Créditos: Museo Nacional del Cacao

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