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Historias en arcilla: las casas de Natalia Espinosa
Por Ana Rosa Valdez
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Esto será demolido es el título de la más reciente exposición de Natalia Espinosa con la cual inauguró el pasado mes de noviembre la galería N24, dirigida por Pepe Avilés y Martina Avilés en la ciudad de Quito. Las obras de la muestra reflejan la experiencia de vivir en la Floresta, tradicional barrio de la capital que en la última década ha atravesado un vertiginoso proceso de transformación debido a la inversión inmobiliaria y los emprendimientos gastronómicos. Desde hace catorce años la artista reside y trabaja en este lugar; su taller de cerámica que actualmente se encuentra en las calles Madrid y Tolosa es un punto de encuentro para la comunidad artística.
Uno de los temas que ha reunido a moradores y actores culturales de la Floresta ha sido justamente el peligro que representa la gentrificación para la dinámica urbana de la localidad. La lógica barrial de los espacios y las relaciones sociales se ha visto afectada por un nuevo proceso de modernización que prioriza intercambios basados en el consumo.
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La mirada de Espinosa ha permanecido atenta a los cambios. Su obra expresa una inquietud frente a la desaparición de un tipo de arquitectura que favorecía unas formas de vida más comunitarias, y la consiguiente llegada de edificios inteligentes en donde los habitantes no necesariamente se conocen entre sí. La artista se enfoca principalmente en las edificaciones residenciales de los años cincuenta, sesenta y setenta que aún imprimen una seña particular al barrio. Sus esculturas son reproducciones a escala de viviendas que llaman la atención por poseer rasgos peculiares en cuanto al diseño, o por incorporar transformaciones de carácter espontáneo, algo común en la arquitectura popular latinoamericana.
El material que utiliza Espinosa tiene un aspecto discursivo interesante: la cerámica le permite modelar su propia memoria de las casas de manera sensorial y afectiva, pues los dibujos lineales que realiza a manera de bocetos funcionan más bien como parámetros compositivos. En las esculturas se reconoce la impronta del trabajo manual que resalta la singularidad de cada objeto. El trabajo de la artista revela oficio, prolijidad con el material y una manera sensible de tratar un tema neurálgico: la cerámica metaforiza la fragilidad de la arquitectura que representa. Una arquitectura que, si todo marcha como hasta ahora, desaparecerá paulatinamente en la instauración de una nueva visión de progreso.
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Un aspecto importante en este sentido es que Espinosa estudia minuciosamente los elementos decorativos de las casas, como los diseños de las rejas y los bloques calados fabricados por artesanos cuyo oficio es importante en la tradición barrial. Según la artista, estas piezas cumplen la función de proteger sin agresividad el espacio doméstico, permitiendo a los transeúntes la posibilidad de ver el interior de las casas y las plantas cultivadas en los jardines, oler la comida que se cocina dentro, escuchar las voces de quienes allí residen; es decir, son elementos permeables que no delimitan de manera tajante la percepción del espacio público y el privado. A diferencia de las viviendas amuralladas o los edificios inteligentes, las construcciones residenciales que retrata Espinosa resultan más amigables al entorno comunitario. Es precisamente la búsqueda de comunidad lo que le lleva la artista a pensar la historia de la arquitectura de la Floresta, y la importancia de este patrimonio simbólico (aún)no declarado.
Compartimos en Paralaje un registro fotográfico completo de la exposición Esto será demolido, cortesía de Martina Avilés.
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Diseño de afiche: Pepe Avilés
Fotografías del post: Martina Avilés
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