La presente entrevista con Xavier Coronel nace de un set de preguntas que surgieron en una conversación con Rodolfo Kronfle Chambers durante una visita de estudio, una semana antes de la inauguración de su muestra “Nostromo” en la Galería Dpm. Parte del audio de aquella charla se dispuso con audífonos junto a la serie de pinturas en la galería. Para acompañar este registro de su obras en Paralaje optamos por sacrificar la espontaneidad de aquel intercambio y ofrecer una nueva versión escrita, que da cuenta de manera más clara y estructurada el pensamiento del artista.
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Entrevista con Xavier Coronel
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RK: ¿Creo que vale comenzar por preguntar de dónde sale el título de la muestra y los diversos nombres inscritos en las pinturas?
XC: La muestra comienza con una obra y una palabra, Nostromo, nave de la película Alien (1979) de Ridley Scott. Mientras yo preparaba un conjunto de obras sobre casas, vistas de casas apropiadas de imágenes de bienes raíces en donde yo empezaba a ficcionalizar un relato un tanto contaminado de lecturas de golpes de estado en latinoamérica, como la de Chile del 73 y la toma del Palacio de la Moneda. De algún modo el seteo estaba en eso: Casa-Coup, donde en ella pudo haber sido planeado o bien ella es la que ha sido tomada. Luego aparece casi como reafirmación, la novela de Joseph Conrad Nostromo A Tale of the Seaboard (1904), de donde Scott toma el nombre Nostromo para su slasher space movie, entonces la palabra ya unía las dos cosas que yo estaba tramando, política latinoamericana y ciencia ficción. Conrad dibuja un país ficticio en américa del sur a principios del siglo XX, Costaguana, con toda una serie de intriga política, micro revoluciones, héroes del pueblo comandados por corporaciones imperialistas direccionando el poder e influencia del puerto minero Sulaco. Ahí es donde mis espacios físicos empiezan a crecer con la ficción casi profética de Conrad, y la muestra-serie empieza a ensancharse. Los textos empiezan a aparecer casi enseguida, y al yo ir creando una ficción híbrida entre Costaguana y el Mito Alien, empiezo a enumerar con nombres propios, la corporación, el burgués inglés, el político de origen japonés, etc. El proceso de pintar la palabra es algo que lo hacía casi como parte de la idea de gran boceto, pero acá yo me propuse incorporarlas de otra manera, a lo Ed Ruscha, dónde se componen paisajes urbanos y texto en el mismo plano, donde la letra tiene un espacio físico en la ficción retratada, intertítulos intradiegéticos podría decirse, como letreros y afiches, mientras otros son completamente pictóricos o extradiegéticos. En todo caso, estoy ahora obsesionado con extender lo sugerido en la pintura con la incorporación del texto, vamos a ver que sigue saliendo.
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RK: Yo siempre he relacionado el tipo de trabajo que tú haces con tu formación y filia por el cine. Y por lo que me cuentas se podría entender tu pintura —a pesar de no estar haciendo películas— como el desarrollo de un guión a través de una sola imagen. Por eso inclusive a veces los cuadros se sienten como afiches promocionales para un filme… recuerdo el cuadro de Petrópolis en un Salón de Julio que manejaba esa intención de forma explícita…
XC: Por supuesto, eso siempre está latente, yo siempre he experimentado con la pintura de manera muy orgánica desde muy chico, pero mi primera formación ya más intelectual o ideológica fue a través del cine, entonces es natural que se contaminen los lenguajes cuando expando eso al formarme en el ITAE. Por eso mi trabajo se ha movido desde el cine al dibujo, la pintura y el video. Dejé de hacer cortos por retomar la pintura, luego empecé a hacer video con la conciencia histórica del video como tal, luego deje en hiatus proyectos en video porque me aburrí; en pocas palabras hoy en día me siento cómodo con ser cineasta y pintor, y estoy en el proceso de hacer mi primer largo (lo que sea que signifique eso); si agarro la cámara ya es con mucha más ambición. Y sí, acepto encantado lecturas de cine o de espacios fílmicos y de “pinto lo que todavía no puedo filmar“, pero no es particularmente el caso, porque de hecho estoy filmando, estoy escribiendo cine, entonces puedo pasar cómodamente de un lenguaje a otro, y me interesa la contaminación como la nombras al igual que la tradición y la autonomía de los medios, que siempre es más difícil. Esos retos me interesan más, y la ambición real de mis pinturas es que existan en su propio lenguaje, mas no adheridas a un referente audiovisual, porque incluso la contaminación se da de muchas maneras como hemos hablado antes: el videojuego, la música, la literatura, evidentemente, o la cocina incluso… Creo que más me he inspirado para Nostromo viendo Chef’s Table que viendo cine o pintura. Es inevitable que al trabajar incluso con lenguajes como el del afiche de cine lo estoy obligando a atravesar por el hecho pictórico, convertirlo en materia…
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Xavier Coronel. The Embassy (Yutani’s left Angels). 190 x 300 cm. Mixta/tela. 2018
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RK: Esa pintura Petrópolis, del 2015, aunque nunca lo conversamos, se sentía atravesada por lo autobiográfico. Lo propio algunos parajes de tu muestra anterior “Omari Fox Bay”. ¿En esta nueva serie persiste aún ese elemento?
XC: Bueno no son particularmente cosas que busco pero terminan sucediendo, y de algún modo me alegra que me incomode que sea así. Y sí, “Omari” y “Plot” fueron muestras que estaban atravesadas por lo autobiográfico, estaba pintando espacios en playas en las que crecí. Acá no estoy tan seguro de lo autobiográfico, seguramente todavía no lo descubro, o me pude haber propuesto crear una gran meta ficción o meta narración que sobrepasó lo personal desde la decisión de apropiarme de fotos anónimas de casas de real state gringas o europeas. Buscaba arquitecturas particulares, techos específicos y encuadres con fuga, frontales u oblicuos; ahora los encuadres ya no eran míos y los espacios no me eran familiares. Creo que en este caso la ficción es mas fuerte.
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Vista general del montaje de seis obras de la exposición, cuyos títulos aparecen en las siguientes vistas parciales:
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Xavier Coronel. Starfreighter, 210 x 85 cm., Mixta/tela, 2018 (izquierda). Drainland (nuevo escudo de Costaguana), 210 x 140 cm. Mixta/tela, 2018 (derecha).
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Xavier Coronel. Gould’s Golden Goal (Entrada a Puerto Placido). 210 x 330 cm. Mixta/tela. 2018
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Xavier Coronel. Empire (I miss all my ex-fiancées but I’m a rockstar now), 210 x 130cm, Mixta/tela, 2018 (izquierda). Sulaco is Doomed, 210 x 110 cm, Mixta/tela, 2018 (centro). Lake Conrad, 210 x 105 cm, Mixta/tela, 2018 (derecha).
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RK: Estamos viendo ahora los cuadros apiñados en tu estudio, pero me imagino que cuando estén montados en la galería se pudiese sentir el conjunto como un mega storyboard… ¿lo pudieras ver así?
XC: Si podemos decir lo mismo de las pinturas de David Lynch, sí, acepto esa lectura, y, bueno, de hecho yo detesto el storyboard, me rehuso a hacerlo en cine, a dibujar el plano apriori, por más que es una herramienta que permite una fluidez inclusiva con el equipo de trabajo. Yo acepto llegar sólo hasta el guión técnico que sigue siendo sólo palabra escrita. Entonces, bueno, sí; mis pinturas son lo más cercano a un storyboard mío, porque se consumen con los ojos y son atravesados por la ficción que les otorgo. Pero en términos prácticos no lo veo así, del mismo modo que no vería mis videos o películas como mis pinturas grabadas; ideológicamente seguro habitan en el mismo ecosistema pero se materializan de modos independientes. Si tengo a un Peter Doig pintando fotogramas de Viernes 13 y a Stan Brakhage pintando sobre el material fílmico, me resulta exagerado ver mis pinturas como storyboards o ver mi cine-video como mis pinturas filmadas.
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RK: Hay algo siniestro que se siente en las imágenes…¿buscas aquello?
XC: Siempre digo que vengo del terror, creo que es la madre de todos los géneros y tiene que ver con algo tan básico y tan complejo al mismo tiempo, el terror no es más que la desestabilización de la realidad, lo desconocido, el miedo, me encanta pensar que el miedo y la nostalgia son los dos grandes hechos que componen mi obra, en cualquier medio. La idea de representar espacios de recreación, de seguridad, como el hogar o la urbanización cerrada o la casa de la playa, y ahí dejar que se gesten malestares o escenas de suspenso, de terror o ciencia ficción, es en lo que creo, son asumo las emociones que más me marcaron al crecer. Nunca me sentí seguro, o por lo menos entendía lo frágil que era esa idea que se tiene de seguridad o de realidad. Seguramente ahí se encuentra lo autobiográfico en su forma más pura.
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Xavier Coronel. Schooner II, 175 x 114.5 cm, Mixta/tela, 2018
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Xavier Coronel, The Gate (Explosión en la mina), 175 cm diámetro, Mixta/tela, 2018
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RK: Detecto algo curioso con respecto a tu primera aparición pública (aquella muestra en Espacio Vacío): la estética en sí y el tipo de lenguaje pictórico que empleaste sigue siendo —en cierto modo— el mismo, pero en esos pequeños trabajos sobre papel, de formato más modesto, no podías intuir una narrativa particular, digamos que eran obras más abstractas. Hoy en día estas pinturas, con el tipo de elementos que incluyes (la presencia de construcciones y las inscripciones, por ejemplo), ya te lleva a eso, a hilvanar…. te activa en la percepción un afán por querer desentrañar una historia que eventualmente estaría ahí. ¿Cómo ves ese camino que has seguido? ¿Estás llegando a donde quieres llegar?
XC: No lo sé en realidad, suena como a esas preguntas muy grandes como si soy feliz o si estoy satisfecho, pero puedo decir en cuanto a eso que tiene que ver con mi origen en la abstracción, me gusta pensar que vengo de ahí y probablemente voy hacia ella, incluso en el cine. Pero entonces la abstracción es mucho más hermética, menos narrativa evidentemente y mucho más visual, espiritual, sensorial, ya suena todo muy poético pero no por nada tenemos a Rothko o a Grandrieux, siempre voy a buscar la imagen abstracta, en cualquier medio, y no porque tenga un interés por ser críptico sino por lo contrario, creo de hecho que la verdadera abstracción es tan universal como el miedo, y más bien es el miedo el que no me permite ser un completo abstracto probablemente, y está bien tenerle miedo a la abstracción, pero la fascinación por ella siempre está y seguramente mis primeros trabajos buenos o malos, el hecho de carecer de narrativa evidente no me resultan menos logrados, podría decir lo contrario, son más audaces o puros. Así que a pesar de estar cómodo con los hechos más narrativos y figurativos por los que estoy atravesando ahora, hay un impulso inherente hacia lo abstracto, y creo que es evidente. No hablemos de los movimientos abstractos históricos como tal, sino en términos más grandes: sobre la mancha, el sesgo, el vacío, el desencuadre, la distorsión. Llegar a donde quiero llegar sería poder hacer una muestra como la que acabo de hacer y al siguente día una completamente abstracta, porque parcialmente ya lo son.
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RK: En tu trabajo aparecen ciertos entornos de clase alta. ¿Qué tanta conciencia estás teniendo de que tu crianza se esté filtrando en estas imágenes de maneras que puedan ser psicológicamente muy interesantes? ¿Hasta qué punto tu trabajo puede ser un ejercicio de terapia? Y ya que tocamos el tema: cuando uno repara en el tema de las clases sociales desde lo que se produce en el arte local, y ni se hable en el discurso público, en realidad termina siendo una caricatura donde se pierden matices riquísimos que son fascinantes; y es ahí donde muy pocos artistas pueden estar navegando de forma interesante… ¿sientes que tienes un ángulo privilegiado para enfocar estos estratos?
XC: Desde que elijo representar lugares donde crecí hay una conciencia absoluta sobre eso, pero entendido ese hecho como algo relativo y complejo también, porque uno no crece con mucha conciencia sobre esa escala de clases tan relativa, lo que si empecé a ubicar en mi trabajo desde temprano eran estos entornos que terminaban siendo de algún modo autorreferenciales. Esa conciencia nace con el cine de Buñuel y Polanski, donde de algún modo uno puede espejarse y entender su lugar desde la mirada del otro. Es extraño para mí porque no es que trato de hacer hincapié en la clase alta, es solo el escenario donde decido que habiten mis obras, como la pintura de Roberto Noboa o el cine de Antonioni. Pero ok, yo pude desde muy chico por lo menos ser como un outsider dentro de mi propio entorno, al tener un par de episodios de enfermedades mentales de muy chico me obligaron a ver todo desde otro lado, y a cuestionarme mi entorno siempre, entonces por momentos puedo ser muy crítico pero por otros nostálgico, como lo que pasa con las playas que represento, podría decir que cuando el entorno es más urbano me pongo más crítico y cuando es más rural es nostalgia, pero siempre jugando con la idea de miedo y seguridad que se tiene; son esos matices de criarse en una isla irreal dentro de otra, y todo lo que sucede en ese micromundo lo que me resulta extrañamente fascinante. Y por supuesto que va a ser difícil para otro ajeno a eso representarlo sin ser reduccionista y probablemente resulten en caricaturas sin vida o críticas fáciles, por eso mi lugar es incluso más incómodo, porque los matices que puedo ver son complejos y requieren de un proceso diferente, cuando de verdad el interés está en retratar esos matices, claro. Esto me sucede más cuando hago video o cine, creo, donde los personajes y los espacios son más evidentemente privilegiados. No considero que sea algo terapéutico, en todo caso todo es terapia, sufrir es terapia y no me gusta la palabra, suena a que hay algo que sanar o algo que resolver y eso me suena de hecho reduccionista, son procesos que me permiten indagar peligrosamente sobre mí y sobre el mundo. Es una de las forma en que para mí se me presentó la obligación de ver el mundo desde otro lado, como también lo fue tener una madre de otra provincia que me permitió vacacionar en otro lugar muy diferente a la ciudad, yo creo que esa sensación de pertenecer y no pertenecer al mismo tiempo es lo que enriquecen a cualquier artista.
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Xavier Coronel, Mothership IV (beam me up fam), 195 x 115 cm, Mixta/tela, 2018
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Xavier Coronel, The Nostromo Coup (Casa de Invierno de un Costaguano de derecha), 190 x 300 cm, Mixta/tela, 2018
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Xavier Coronel, Eden, 57 x 76.5 cm, Mixta/papel, 2018 (izquierda). Aftermath, 57 x 76.5 cm, Mixta/papel, 2018.
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Xavier Coronel, Delta, 57 x 50.5 cm, Mixta/papel, 2018
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Xavier Coronel, The Third Voyage of the Nostromo (Naked), 160 x 280 cm, Mixta/tela, 2018
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Fotografía de Xavier Coronel en la exposición
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Bonus : Montaje fotográfico de las seis obras realizado por Xavier Coronel
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Fotografías: Jose Oliveira y DPM Gallery
Me parece especial y sugestiva cierta paradoja que se produce entre la hiperconciencia de Coronel sobre sus aficiones o sobre los conceptos en los que atraiga su poética. La relación tan reflexiva que tiene con del acervo del cual se nutre y por otro lado, la potencia visual de sus imágenes y atmósferas. El contraste entre una tan elaborada referencialidad y la impronta subjetiva de estas obras…Se trata de una obra extraordinariamente erudita que no precisa de ese saber para sostenerse. Un avance importante esta muestra en su obra.