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Un museo debe pensar la esfera pública de forma ampliada. Entrevista a Tina Zerega

Por María Gabriela Fabre

Tina Zerega es Máster en Educación Superior, Investigación e Innovaciones Pedagógicas, por la Universidad Casa Grande. Tiene un Diplomado en Investigación para las Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, y una Especialidad en Teoría crítica y Psicoanálisis del Instituto de Estudios Críticos 17 de México. Actualmente cursa el doctorado en Teoría Crítica en 17, Instituto de Estudios Críticos (México) en el área de digitalidad. Ex-investigadora del área de Estudios Urbanos, en la Investigación Cartografías Urbanas y el proyecto Observatorio Cultural Urbano del MAAC.

Actualmente es docente-investigadora de la línea de Culturas, Estéticas y Comunicación en la Convergencia mediática de la Universidad Casa Grande. Ha realizado investigaciones en comunicación digital, innovación pedagógica y estudios culturales. Es Coordinadora pedagógica en áreas de arte, lenguaje y sociales en colegio privado. 

Tu trabajo como educadora e investigadora te ha involucrado en procesos de vinculación entre la educación académica y las prácticas artísticas. Fuiste investigadora durante el período de preparación del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC),  que fue pensado no desde la idea de ser el lugar donde “reposa la historia”, sino más bien un lugar donde se replantea la lectura de las historias. Y tienes experiencia en educación universitaria y colegios de Guayaquil. Desde la academia ¿cómo valoras la apertura y la gestión de museos y bibliotecas que administra la Dirección de Cultura y Promoción Cívica del Municipio de Guayaquil?

Reconozco que el Salón de Julio, la Bienal de Arte No Visual, la Feria del Libro, el Festival de Artes al Aire Libre, los espacios teatrales creados en La Bota y en la Zona Rosa, y ciertas exposiciones son propuestas interesantes, pero son pequeños destellos relacionados a la Dirección de Cultura y Promoción Cívica que dan cuenta del potencial del arte para generar ciertas dinámicas sociales. Sin embargo, un museo como institución necesita movimiento, ofertar exposiciones, hacer nuevas lecturas o curadurías de su patrimonio, por lo cual, necesita desarrollar investigación e insertarse en la esfera pública para difundir, educar, socializar, discutir, documentar.

La política municipal actual está bastante desactualizada de la discusión contemporánea sobre la institución museo y el patrimonio. Ya hace una década se hablaba de los museos de tercera y cuarta generación, la relación con otras dinámicas de la cultura popular, la evolución de los museos de ciencias y de niños, el uso de los medios digitales, la visión del museo más allá de sus paredes. No he visto esa discusión –instaurada ya en la época del Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC)– asumida por la gestión municipal. De lo que hacen las bibliotecas sé poco. Pero, supongo, saber poco o escuchar poco de lo que hacen es también una señal de pasividad por parte de esa institución. En este momento en el mundo, si algo se está repensando es el concepto de las bibliotecas y librerías en tiempos de la digitalidad. Hay estadísticas interesantísimas de la UNESCO en África que demuestran cómo la lectura se ha incrementado en países “en desarrollo” a través del móvil. Existen otros proyectos que articulan la biblioteca a las narrativas orales, que están repensando el tema de los archivos. En este país hay condiciones para pensar la relación cultura-digitalidad, los estudios de consumo de tecnología del INEC y los índices de acceso a la tecnología que recogen organismos distintos lo demuestran. ¿Cómo se puede movilizar dichos patrimonios, dichos textos a través de lo digital? Tampoco tengo una idea clara del presupuesto dedicado a cultura y turismo en relación a otras áreas, pero más allá de los presupuestos están las ideas.

También el hecho de que la gestión gubernamental del Ministerio de Cultura se haya más bien debilitado, tanto en ideas como en presupuesto, en relación a la época de creación del MAAC no ha ayudado. Entonces tienes esa oferta cultural local deficiente frente a ninguna otra oferta pública (hablo en relación a museos, hay galerías de arte privadas o alternativas haciendo cosas interesantes) relevante y contemporánea en términos de investigación, conceptualización, puesta en escena o curaduría, y entonces eso tampoco ayuda a crecer a la escena. Finalmente, tal vez no en otras cosas pero sí en el arte, ésta ha sido una década perdida tanto en lo local como en lo nacional. El discurso para evaluar una gestión ya no puede centrarse en compararse con los tiempos de Bucaram o de la crisis de la democracia. Eso no significa olvidar la historia, pero no podemos seguir haciendo referencia a algo que pasó en los 80 o en la larga noche neoliberal. Estos son otros tiempos. Cualquier gestión debe mirar al presente y al futuro: comparémonos con lo que hacen otras ciudades en esas áreas, qué podríamos aprender. La escena en Guayaquil se sostiene o se ha sostenido de iniciativas privadas y de colectivos, gestores culturales, grupos de teatro, que igual realizan sus propuestas en muchos casos en situaciones de precariedad. Por ejemplo, podríamos tomar no solo la escena visual, sino la literaria. Resulta que ahora tenemos una escena literaria importante en esta ciudad: de Guayaquil son una serie de escritores que ahora tienen (más de uno) importantes reconocimientos internacionales. La Feria los visibiliza ¿pero en general dónde publican? ¿dónde lanzan sus libros? ¿dónde se leen?  ¿qué relación establecen esos escritores con nuestras bibliotecas? ¿están sus libros en ellas?

Como agente participativo y crítico en los procesos culturales de la ciudad, ¿en qué medida crees que la programación del Museo Municipal de Guayaquil ha contribuido a crear públicos y un contexto favorable para el desarrollo de las diferentes manifestaciones culturales?

Me parece que salvo en las actividades que anteriormente señalé, muy poco. Incluso ésas se socializan de forma muy parcial. Lo digo desde alguien que ha trabajado en colegios y universidades privadas. Llevar a los estudiantes a esas muestras, en muchos casos, es iniciativa de la institución o del docente. Las muestras no siempre se articulan a actividades de difusión o de otro tipo. No sé si tengan mayor actividad de difusión con instituciones públicas. Los espectadores necesitan contextos para entender esas muestras, pero también generar puentes o diálogos con temas del presente, de sus contextos. Es también un círculo vicioso. El estado implementó la educación cultural y artística como materia obligatoria en el currículo escolar, con contenidos y docentes poco pertinentes y muy poco articulados a las escenas locales. Pero los museos podrían acercarse más. Existen por ejemplo los museos barriales. Son iniciativas interesantes en casas comunales o las casas comunales de jóvenes. Hay dinámicas de creación que se pueden generar desde el museo, se lo puede concebir como un agente de promoción de la creación en distintas esferas y niveles. Un museo que piense la esfera pública de forma ampliada.

¿Qué propuestas te interesaría plantear desde la academia para que existan vínculos más productivos entre los museos y espacios destinados a la reflexión de la cultura?

Sería bueno empezar convenios entre las universidades y el área cultural. Podrían desarrollarse investigaciones y productos en conjunto si hay apertura en el marco de los programas de Vinculación con la Comunidad de las universidades. No sé a este punto como esté la relación política con el Estado, pero, en todo caso, resulta que en esta ciudad se encuentra nada más y nada menos que la Universidad de las Artes. Aunque es una universidad joven y estatal que está institucionalizándose (con las problemáticas de carácter logístico-político que esas características generan), deberían elaborarse fórmulas de trabajo en conjunto. Hay muchos docentes y artistas talentosos allí. Y no solo esa universidad, otras universidades con carreras relacionadas a medios digitales podrían trabajar en nuevas museografías o las carreras de educación podrían pensar en talleres educativos. Articular sus programas de vinculación a productos creados en conjunto. Sería interesante escuchar a los actores de distinto tipo, no solo a un grupo, sus perspectivas. Eso no significa, como se ha dicho, “entregar” el museo o las bibliotecas a un grupo, pero sí convertirse en un espacio (de tensión y conflicto en el buen sentido) en donde actores de la(s) cultura(s) se encuentren.

¿Qué esperarías de estas instituciones en cuanto a su función de proveer a la ciudadanía de los recursos para desarrollar iniciativas culturales?

Esperaría una renovación en este nuevo periodo de alcaldía. Y no hablo de una renovación de personal, sino sobre todo de las ideas en relación a cultura. No solo del área de cultura, sino de turismo, porque están articuladas. Sé que se ha hablado de la importancia de la experiencia, pero se necesitan nuevas ideas. También esto se ha malinterpretado, cuando dicen que el “arte contemporáneo” se va a tomar el museo, cuando lo que necesitamos es una “mirada contemporánea” del arte, del patrimonio, de la lectura. Tenemos una visión de biblioteca, de institución museo, de arte en espacio público, de monumentalismo, de patrimonio de los años 70-80, bajo la idea de que lo hay que hacer es fortalecer las identidades locales. También toda esta visión de la cultura popular, que nuevamente no digo que hay que excluirla, pero lo que no puede ser en este momento es que la visión del museo sea una exposición sin variaciones y sin relecturas, que la idea de arte en la esfera pública (salvo el FAAL) se simplifique en la construcción de monumentos a héroes o personajes de la mitología histórica local (incluso al utilizar un medio tan de vanguardia como el graffiti) o que lo que tengamos como oferta sean desfiles de figuras de papel maché. Repensemos los desfiles desde otras dinámicas escénicas. Imaginemos otras formas de ocupar las calles a través de formas expresivas. Imaginemos intervenir, por ejemplo, los buses de la metrovía. Intervenir las aceras. Imaginar “desfiles” que impliquen desde la participación de los años viejos gigantes que se hacen en barrios populares hasta pensar acciones en las que el público no intervenga pasivamente observando. Imaginemos ahora la potencialidad de documentar eso, de viralizar eso. Su potencialidad de promoción de turismo interno y externo. Nuevamente, tal vez no significa dejar de hacer todas esas cosas, pero la oferta cultural no puede ser sólo eso, incluso hay otras formas que incluyen lo popular, lo juvenil. El Funka Fest tiene algo de eso, lo cual lo hace interesante.

Hay también unas visiones que tienen “el poder” de lo popular, de “lo cultural”, de “lo artístico”, cuando en los barrios hay prácticas culturales interesantes. Por ejemplo, podría crearse proyectos para la intervención del arte en sectores urbanos, en sectores juveniles o en la esfera pública, y eso puede ayudar al tratamiento de una serie de problemáticas desde la visión de la función social del arte. Problemáticas contemporáneas que el municipio está ya asumiendo desde otras áreas. Un museo que se piense por fuera de sus paredes, podría trabajar en ellas. Toda esta fragmentación urbana, esta disolución de lo social a la que asistimos en esta ciudad y en las ciudades del mundo, pueden trabajarse a través del arte. No desde la ingenuidad de la idea de “solución” (¿quién finalmente podría resolver por completo dichos problemas?), pero puede tratárselos a partir de productos que nos hagan pensar, que generen expresión y discusión, que hagan que los ciudadanos interactuemos. Uno ha visto que este Municipio se ha abierto y arriesgado en un par de ideas nuevas (el apoyo a grupos GLBTI, las campañas sociales que recogen las historias de los ciudadanos en los barrios, la ampliación de la oferta educativa no formal, la ampliación de acceso de internet en espacios públicos, la atención a la violencia de género, los planes de ciudad inteligente o digital, el auspicio del Funkafest o de eventos de culturas juveniles, el diseño de proyectos digitales gamificados para desarrollar competencias digitales en jóvenes son ejemplos) que me parece que este paso es justo y necesario en una ciudad  que debe entrar a una nueva etapa en el área cultural.

Portada: Artículo de Diario El Telégrafo, publicado el 19 de febrero de 2014.

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